Tetuán, tú naciste de un enamoramiento. Del enamoramiento entre Tarik y Abila. Del lecho entre lo árabe y lo andaluz.
¿Qué lengua tendría que utilizar para describir tus ojos que no podría describir, porque eran, tus ojos, tú, y si no podía mirar hacia tus viajeros ojos, cómo iba a describirte a ti?
El viento sopla porque tiene que soplar. Las nubes vienen cuando tienen que venir. Las flores brotan cuando tienen que brotar. Pero tú, podías sonreír y podías llorar. Sonreías a las olas del mar, nuestro mar desde Martil. Reías por ver a Tarik enamorado, por verte, vida y bella, dentro de mí.
Déjame borrar con tus ojos los futuros y los tiempos que se van. Quería verte volar por encima del Estrecho como el destino del mar.
Pero también podías llorar por las muertes de ese mismo mar, de ese mismo estrecho.
Te quiero así, como eres. Al ser tú, reflejo de ti . Y morir con tu voz en mis oídos, en mis ojos, en mis manos, en el centímetro y el instante eterno.
¿Quién eres, Tetuán?
Apareciste como la luna en una noche de viaje triste. Bastaba mirar la sombra para creer en el cielo, en las abejas, en las nubes y en los árboles.
No. No me digas lo indefinido de las estrellas y de las huellas. Háblame del sol, de tu sonrisa, de nuestro mar. Háblame del frío matinal del invierno. Háblame Tetuán, de los compañeros que no hemos vuelto a ver y que se fueron en la vida como tú en los días.
Dime aquello que se fue. Háblame también de la niña que sonreía al verme. Háblame de cuando no buscábamos futuros, sino lluvias y palomas, veranos y arenas.
Háblame de aquello que veíamos brillar en el fondo del mar de Martil, que creíamos que era un tesoro legendario y que era el sol.
Dime cómo fue. Aquello que era verdad. Dime que estás, que te gusta lo que te digo, lo que no escribo en las noches de tristeza.
Dime tu nombre Tetuán, el verdadero, el que no cambia cuando se cambia el color de los colores inútiles. Dime los caminos, las estrellas, los abrazos.
Dime que no han muerto todos los sueños encuadrados en los sueños. Dime que no voy a perderte aplastado por la prisa y ahogado en futuros, en tiempos y espacios, en formas que no alcanzo , y alcances que no formo.
Dentro de nosotros suena una melodía, nuestra propia melodía que nos hace felices, que se ahonda y que se agranda contigo.
Esa melodía se expande dentro de mí . No tengo la enfermedad de la nostalgia, me gusta recordarte pero no añoro nada, porque ¿Cómo podría echar de menos aquello de lo que estoy lleno? Y yo estoy lleno de ti, Tetuán. Si te añorase, tendría que reconocer que te quedaste fuera de mí, pero si te quiero, no es posible que ocurra así.
Hoy, esta noche, en este sueño, aquí estás. Sigues y permaneces como una paloma en vuelo por tu propio cielo.
Pero, ¿Qué piensas esta noche, aquí en este, mi sueño? Quizás en el río que se deslizaba sobre tu piel, sobre tus pechos de miel.
Suspiras Tetuán. Y me sofocan tus suspiros. Te busco. Eres, tal vez un sueño, mi sueño.
Noche mágica, esta. No quiero que se acabe. Tú sabes que estamos cogidos entre el pasado y el futuro. Un pasado que ya no está en nuestras manos. Y un futuro que no lo es, porque todavía no existe.
Solamente este instante está en nuestro poder. Esto es lo real para ti y para mí. Este instante pequeño, muy pequeño. Este instante que es tan pequeño, que muy pronto caerá en el pasado, mientras nace otro pequeñito instante.
Cuando se vive en el pasado ó en el futuro, muchos pequeños instantes como este, desaparecen sin haberlos vivido. Vivir plenamente el instante presente, es la única manera de llenar nuestra vida. Y yo, como te decía antes, estoy lleno de ti .
Dirán que estoy loco. O que vivo en un mundo de fantasía. Pero yo continúo contigo, Tetuán, escuchando el viento, nuestro viento. Y hablando con las estrellas.
Por ello no quiero que pase la noche, or ello no quiero que pase este instante.
Reloj, no marques las horas.
Reloj, detén tu camino.
Tú eres la estrella que alumbra mi ser,
Yo sin tu amor no soy nada.
Detén el tiempo en tus manos
Haz esta noche perpétua:
Para que nunca te alejes de mi,
Para que nunca amanezca,
Para que nunca amanezca.
Patricio González
(20/12/07)