MarruecosDigital:
¿Cuál es su valoración de las elecciones celebradas en Marruecos el 7 de septiembre?
Mohamed Tozy:
Han sido unas elecciones mejores que las de 2002, por varias razones. Han tenido un nivel de credibilidad superior a las elecciones anteriores, aunque no hayan sido unas elecciones perfectas. Incluso con un nivel de participación tan bajo, hay un indicador de que las elecciones han tenido un nivel bajo de intervención política: se ha producido una gran movilización para que los electores vayan a votar, con una campaña de publicidad oficial importante, actividades de ONGés de diferente perfil que han intentando animar la movilización, y por primera vez la presencia de observadores internacionales. Todo eso hace que las elecciones hayan sido globalmente creíbles. Se han registrado algunos incidentes violentos en algunas circunscripciones y muchos candidatos han llevado a cabo reclamaciones por actos de no respeto de la ley electoral, pero el desafío de la credibilidad ha sido superado. He entrevistado recientemente a algunos altos responsables políticos que han certificado esta credibilidad. Verdaderamente hay una necesidad frenética para alcanzar esta credibilidad que aseguire que la Administración juegue un papel más bien neutro. Por otra parte, esto ha producido un resultado también contraproducente en las elecciones, y puedo dar dos ejemplos: la regulación de los medios de comunicación, pues la Alta Autoridad Audiovisual (HACA) ha regulado la expresión en los media para todas las listas en igualdad. Se ha hecho precampaña con la televisión pública animando el debate y ha habido rigor en la reglamentación, pero esto al mismo tiempo ha ahogado la prensa, pues no había espacio para que los medios pudieran hacer su trabajo, para dar efervescencia a la campaña, dar la palabra a los candidatos, dinamizar el proceso. La campaña no ha sido dinámica, porque ha sido como una campaña de un país autoritario, aunque haya sido libre. El segundo efecto perverso ha sido una suerte de puritanismo. Se partía del problema de que había tradicionalmente un cierto número de técnicas de comunicación tradicionales que ahora debían ser evitadas, por ejemplo todos los usos de la influencia de los poderes locales, haciendo coincidir inauguraciones, manifestaciones musicales,etc y este deseo de evitar excesos ha producido una campaña muy sobria en ese sentido. Como no había programas diferentes la diferencia era la manera de acercarse a la gente, Ha sido una campaña extraña y surrealista, los candidatos se han batido haciendo ruido y con grandes cortejos de coches atravesando las circunscripciones.
¿Qué han supuesto estas elecciones dentro de la evolución del sistema político marroquí?
La significación de las elecciones sufre de la opacidad del sistema en su globalidad. La gente se plantea la cuestión de qué votar. Ha habido un esfuerzo de explicación, pero la gente no tiene una respuesta: ¿quién manda? ¿ el parlamento?, el rey?. Por eso la clase política tampoco está animada, pues no está convencida, no se alcanza a plantear en las elecciones legislativas los desafíos políticos y sociales importantes, que están en el discurso oficial, como la relación política-religión, pero que la clase política no llega a deconstruir. Los estados mayores de los partidos políticos han construido una campaña electoral con programas parecidos y relativamente bien hechos, Yo diría de programas de ejecutivo, con contenidos tales como “disminuir el número de parados, aumentar la vivienda social, hacer carreteras, etc”, pero sin que haya programas globales que integren los grandes temas y los modelos de sociedad, excepto en el caso de la extrema izquierda y algo el PJD [Partido de la Justicia y el Desarrollo, islamistas moderados] y la USFP [Unión Socialista de Fuerzas Populares]. Las listas se han visto obligadas a hacer campaña como si fueran elecciones locales, no legislativas.
¿Cuál es su visión sobre la clase política marroquí?
La clase política no quiere tomar riesgos. El problema no es que no crea en ellos. Marruecos está en un proceso de reformas lento y al mismo tiempo paradójico. Si el actor reformador lleva las reformas hasta el final, esto supondrá su suicidio. Así que debe hacer reformas para sobrevivir. El discurso es ambivalente, en algunas cosas muy moderno y en otras muy regresivo y tradicional. Y necesariamente debe ser así, ambiguo, poco claro, pues la monarquía no puede tomar riesgos. Los está tomando sobre temas como el Sáhara, pero no sobre otros temas fundamentales, sobre todo sobre la relación entre política y religión. Los partidos políticos no logran transformar esa opacidad y confusión del discurso de la monarquía en una oferta dicotómica que permitiera al elector votar unos u otros contenidos políticos: por ejemplo, que el PJD y el Istiqlal [conservadores] apoyen la familia tradicional, y la USFP la planificación familiar. Otro ejemplo es el de la lengua. ¿Cuál es la lengua de Marruecos?, ¿el árabe, el dialectal, el francés?. ¿Qué estatuto tiene el dialecto en Marruecos? Este tema ha dado lugar a una verdadera lucha entre grupos sociales fuertes. La principal razón de la prohibición del semanario Telquel es porque estaba escrito en dialectal. EL PJD e Istiqlal defienden el árabe, otros partidos, como la extrema izquierda o los amazighes [bereberes] el dialectal. Esto puede ser un motivo de competencia política entre los partidos en las elecciones, pero el debate no se lleva a cabo. La clase política está en situación cómoda y prefiere no tomar riesgos. Por tanto, Esta carencia ha tenido influencia en el sentido de las elecciones, cuyo interés se ha desplazado a temas locales. Las elecciones generales se han convertido en elecciones para elegir una elite que gobierna con el rey. Es por tanto una forma de reclutamiento de elites. Se trata de un aspecto fundamental: cómo pasar de una elite de notables tradicionales a otra, que es, a lo peor, de nuevos notables, y a lo mejor, de nuevos managers, basados en otras competencias para gobernar. Y esto es un verdadero desafío. La configuración política está cambiando de un sistema autoritario fuerte a otro también autoritario que acepta un pluralismo limitado e integra la tensión y conflictividad como dato del sistema, manejando tendencias de la opinión pública. En este nuevo sistema las elites han cambiado, desde las tradicionales a otra categoría basada en una combinación entre lealtad y competencia, y ahora otra tercera categoría en la que hay más competencia que lealtad. Observamos el Marruecos actual y para los lugares e instancias de decisión, como el CCDH [Consejo Consultativo Derechos Humanos], HACA [Alta Autoridad Audiovisual], o la RTM [Radio Televisión Marroquí], se busca este perfil eficaz, competente. Ahora el desafío es que ya no se cooptan las elites, sino que se hacen elegir directamente. Fouad Ali Al Himma en Rehamna ha sido un ejemplo de esto. Las elecciones han mostrado que Marruecos ha descartado totalmente la vieja notabilidad rural pero los notables locales siguen siendo poderosos. Incluso los partidos ideológicamente fuertes han salvado sus resultados pasando por estas elites, desde el Istiqlal hasta el PJD.
Se esperaba una victoria del PJD, pero no ha sido el caso. ¿Cómo contempla su evolución y su discurso actual?
No creo que Othmani [Secretario General PJD] tenga un doble lenguaje, creo que su discurso supone una verdadera evolución del PJD, resultado del pragmatismo como opción política. El problema del PJD es que está pasando rápidamente de movimiento religioso a partido político, resultando de ello muchas consecuencias: la primera, ya iniciada en 1997, cuando el PJD hizo una propuesta doctrinal innovadora políticamente, en relación a la religión, a las elecciones, a los grandes temas. Una vez dentro del proceso de normalización política, esta búsqueda ideológica no ha parado y como modus operandi ha proporcionado un marco ideológico general, basado en el pragmatismo constitucional global, con dos principios de acción: pragmatismo y progresividad, que les ha permitido navegar durante esos años. Esto se acompañó de un proceso de reestructuración interna. Su fuerza inicial era el movimiento estudiantil, sobre un núcleo de reflexión intelectual. Cuando el PJD decidió unirse al partido de Abdelkrim Al Jatib , se integró el MUR [Movimiento de la Unión y la Reforma]. Luego llegaron los ulemas con Raissouni, que comenzaron a trabajar en el ámbito de las mezquitas. Gracias a Othmani se han integrado nuevos perfiles, de tipo tecnócrata. Por tanto había tres perfiles: los ideólogos modernistas, los ulemas conservadores, y lostecnócratas de segunda categoría, pues los de primera los recluta el palacio, proviniendo estos de instituciones como la escuela Hassania. De 1997 a 2003 se descartaron a los ideólogos, convirtiéndose algunos de ellos en notables parlamentarios. A partir de entonces hubo varios pasos. En un primer momento hubo una fuerte alianza entre ideólogos y ulemas, con Raissouni, pero las negociaciones con el palacio obligaron al PJD a eliminar a Raissouni. Actualmente el poder está en manos de los tecnócratas, que han reorganizado el partido y creado estructuras cerradas, que practican un centralismo democrático a la estaliniana, con filtros, un comité central que decide, y privilegios para las elites notables. Esta elite de tecnócratas es la que ha podido dirigir las ciudades, y hace que hoy por hoy sea un partido más próximo al USFP que al propio PJD tradicional. La extensibilidad del PJD en el futuro es difícil. En la universidad están ausentes, también en las mezquitas, y después del 16 mayo el poder les ha obligado a distanciarse del MUR, que está vigilado. Esta evolución ha hecho que el partido sea una buena máquina electoral pero que sea al mismo tiempo bastante frágil. El sostén interno no es muy fuerte, con verdaderos militantes y adeptos. En algunas circunscripciones ex miembros del PJD se han presentado y les han ganado. La normalización del partido le ha hecho eficaz electoralmente pero menos eficaz ideológicamente.
¿Qué se puede esperar del PJD en el futuro?
El PJD forma parte del paisaje político marroquí. Puede integrarse en el gobierno, pero su gran papel está en las elecciones locales, una suerte de división del poder, dirigir los problemas del gobierno de proximidad en los que las elites tradicionales no son eficaces. Actualmente dirigen bastantes ciudades en mayoría, llevando a cabo una gestión correcta, pues se trata de tecnócratas. Se podrá plasmar un acuerdo en la división de poderes si ganan la segunda Cámara, pues hasta ahora el poder ha sido reticente a eso. En ese caso habría una acomodación entre ambos. Un poco como el Partido Comunista en Francia e Italia, que mandaban en las periferias y las ciudades medias. El PJD en oferta de competencias a nivel nacional es débil. La participación del PJD en el gobierno no es interesante, pero sí en ámbito local. 2009 [elecciones municipales] es una fecha fundamental, y no molesta al poder.
¿Cómo definiría al sistema político marroquí?
Es un sistema que está ordenando espacios de competición democrática. Un régimen con una monarquía fuerte, no autoritaria, en el que el poder no es objeto de competición, pero sí lo son los poderes locales. Las elecciones son marco de competición para las elites. Yo lo comparo con una granada que se puede pelar pero no se rompe nunca. El poder no está en juego, pero sí su ámbito de influencia. Es un sistema que puede evolucionar, ciertamente. Sería un régimen abierto, lo que se llama una democracia controlada, aunque el término en sí mismo sea un “barbarismo”.
(02/10/07)