* Jesús García-Luengos es abogado especializado en Derechos Humanos y colaborador del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Cooperación Humanitaria (IECAH)
De hecho, la tan manida frase que invoca su condición de vecinos “condenados a entenderse” lleva implícita una connotación negativa, que se traduciría en acciones necesarias en base a voluntades forzadas. Por el contrario, es evidente que cualquier relación que pretenda tener visos de futuro exige un mínimo de convicción e interés común respecto no sólo a las ventajas de entenderse cada vez mejor sino a las magníficas oportunidades de enriquecimiento que puede aportar un atenta mirada al otro, al vecino de la misma orilla.
Se trataría, pues, de que esa convicción e interés común, que de hecho existe para una minoría de españoles y marroquíes, se pudiera ir haciendo extensiva a una buena parte de las poblaciones de ambos países e incorporando a una forma de hacer política, como un principio esencial inherente a la misma e independiente del color de los gobiernos de turno. Los altibajos de las relaciones bilaterales entre ambos países y el escaso éxito de la teoría española del “colchón de intereses económicos” (comercio e inversiones a cambio de una relaciones estables y positivas), reclaman mejores políticas a través de un enfoque multidisciplinar.
Lo que resulta evidente en materia de interés partidario en tantos ámbitos, modelado bajo la fórmula de “egoísmo inteligente” (siendo la inmigración el que ocupa más espacio en los debates) se torna mucho menos nítido cuando se trata de profundizar, bajo un prisma pragmático pero prioritariamente humano, en otros aspectos de dicha relación. Paradójicamente, los vecinos se desconocen en esta “aldea global” en la que los planteamientos excluyentes no parecen ser la fórmula ideal para una convivencia pacífica y constructiva.
Es consabido que Marruecos está atravesando un lento y difícil proceso de transición hacia la democracia, no exento de encrucijadas e incertidumbres, y es evidente que España puede y debe apoyar dicho itinerario, para lo cual ha sido decisiva la reorientación política realizada por el gobierno socialista español en materia de relaciones bilaterales. La consecución de mayores cotas democráticas en Marruecos, determinantes para el futuro más inmediato del país vecino, debe ser la referencia que guíe el tratamiento de expedientes claves como el contencioso del Sáhara. Marruecos es un Estado cargado de retos en el que la cuestión de las relaciones entre las autoridades estatales y los movimientos islamistas, y el papel que jueguen éstos en dicho proceso democrático, constituye la piedra angular de la estabilidad del país.
Por otra parte, en el último año se puede constatar no sólo un mejor entendimiento entre ambos gobiernos sino una mayor colaboración institucional en asuntos como la lucha contra el narcotráfico, la inmigración, la Administración de Justicia o las inversiones españolas. El refuerzo de dicha colaboración, extensible a otros terrenos, y la creación de estructuras eficientes de carácter permanente, dotadas de los medios adecuados (en contraposición a determinados foros y entidades bilaterales que han permanecido inactivos o resultado improductivos), es una buena pauta a seguir.
En el ámbito de la cooperación española al desarrollo, para la cual la zona norte de Marruecos es objetivo preferencial, también hay buenas oportunidades de progreso. En este sentido, se abre actualmente una fase decisiva, después de varios años de experiencia sobre el terreno, que exige una evaluación de lo realizado hasta el momento, con el fin de acometer sobre bases sólidas las próximas acciones.
Aunque existe un importante desajuste respecto a los niveles de interrelación y conocimiento que deberían darse entre ambos países, es preciso constatar que las sociedades civiles respectivas han ido avanzando en los últimos años. También es fundamental la labor que desarrollen los medios de comunicación de ambos lados, tanto en tiempos de crisis (en los que los ánimos ya están lo suficientemente espoleados) como de normalidad. En este sentido, se echa de menos un tratamiento, respecto a muchos medios informativos, que profundice y explique mejor la realidad del país vecino y que publique no sólo noticias trágicas y negativas (especialmente respecto a Marruecos), que a fin de cuentas no son sino una versión parcial y, por tanto, deformada, de dicha realidad.
Sólo a través de un conjunto de acciones, por parte de muchos actores y en varios frentes, basadas en el convencimiento de que ambos países tienen todo un porvenir por compartir, y de que están “convidados a entenderse”, puede abordarse con cierto optimismo un futuro en común.