(información :http://fez.cervantes.es/Cultura/Fichas/Ficha18_1_37487.htm)
Uno de los nombres españoles grabados con letras de oro en el libro de la historia del Magreb el-Aqsa, es el del pintor Mariano Bertuchi. Un andaluz empapado por la reminiscencia silenciosa de Al-Andalus, de su hermosa memoria ardiente, como brasas bajo las cenizas del tiempo. Aunque nacido en el granadino barrio de El Realejo, en las faldas de La Alhambra y El Generalife, se crió junto al aroma del salitre malagueño, en cuya Plaza de la Merced posiblemente jugaría con otro niño llamado Pablo Ruiz Picasso; también en la ciudad lapislázuli conocería a su maestro Antonio Muñoz Degrain y a su amigo Joaquín Martínez de la Vega. Después, como un punto y aparte, llegaría Tetuán, la Paloma Blanca. Bertuchi fue uno de los pocos hombres de su época que no falseó la imagen de la tierra que diera sentido a su vida y obra: Marruecos. Sí, Marruecos vibraba, tal cual era, en el corazón y en el pincel de Bertuchi. Porque en Marruecos no se está, se es de Marruecos; su seducción es irremediable y eterna.
Marruecos es único y múltiple, fertilidad, mestizaje, plegaria, cercana lejanía indeleble, evocaciones sin olvido posible, manso misterio, aroma y oasis inexpugnables para la libertad creativa, vida y esperanza, fantasía, oración, tránsito y memoria de olvidadas memorias, estancias de la luz… Es difícil hablar de Marruecos ante quienes no lo conocen o sólo estuvieron de paso en la tierra que un día albergara el Jardín de las Hespérides. Bertuchi consiguió en su obra que Marruecos siguiera siendo, no simuló nada de su savia cotidiana. Todo en Marruecos era lo que sigue siendo: autenticidad, vida, trasiego de albores y eternidades. Por ello M.B. no hubo de fingir formas y exagerar adornos. No había que soñar, la ensoñación era el mismo peregrinar de las estaciones bajo la destilación de la luminosidad norteafricana. El color existía, era real. De nuevo, sí, Marruecos era verdad y Bertuchi, nada más atravesar el Estrecho por vez primera, con apenas trece años, ya supo que un día se despojaría de toda ficción, de aquellos primeros cuadros suyos de tono orientalista para llegar a convertirse no en un “Africanista” sino en un “Marroquinista,” el pintor español por antonomasia de Marruecos; uno de los que mejor y con más respeto plasmó su existencia. Un tetuaní de vocación y un andalusí de raíces. Un hombre, un artista, comprometido con un pueblo al que amaba como suyo; tal como a tantos españoles de ayer y hoy nos sucede.
Hoy honramos el trabajo pictórico de M.B. pero tampoco olvidamos la labor humanística que éste llevó a cabo en Marruecos; su inquebrantable tarea en defensa de las costumbres y tradiciones y su empeño para la recuperación del patrimonio cultural marroquí, sobre todo el de su querida Medina de Tetuán, el mayor espacio colmado de reminiscencia andalusíes del mundo: bereberes, rifeños, yebalíes, judíos, árabes, andaluces… No menos importante fue su labor como inspector jefe de los “Servicios de Bellas Artes y artesanía del protectorado” y como director de la “Escuela de Artes y Oficios tradicionales” de Tetuán y de la de Targuist y su entrega como director, también, del “Museo etnográfico marroquí” de Tetuán y de la “Escuela de alfombras” de Chefchaouen, o el quehacer realizado como fundador, director y profesor en la “Escuela de Bellas Artes” de Tetuán. Puedo imaginar cuantos convencimientos tuvo que hacer Mariano Bertuchi como gestor cultural, cuántas horas robadas al sueño, cuántos proyectos abocetaría…Un pretérito, ya en sepia, de la historia de España donde el pueblo más llano andaba con alpargatas, sueños de estraperlo y brillantina; una época que debe a Bertuchi haberle dado tonalidad afectiva y magia. Bien desde sus bellos carteles publicitarios turísticos que invitaban a traspasar bóvedas, arcos y empedradas calles: de Alhucemas, Alcazarquivir, Arcila, Chefchaouen, Larache, Tánger o Tetuán; o desde aquellos sellos de correos, las postales de los pobres, o a través de ilustraciones periodísticas con motivos tan amplios como diversos: el etéreo planear níveo de las cigüeñas del Atlas, los perfumados cedros de Azrou e Ifrán; puertas hermosas como imperiales ciudades inabarcables: Fez, Rabat, Meknes…; paisajes inexistentes en las mil y una noches, sólo posibles al otro lado del ancho Estrecho de Gibraltar; estilizados aeroplanos, duplicados por su sombra, sobrevolando los tapices vegetales de los fecundos palmerales del Valle del Ziz; el murmullo multicolor, como un cántico salido del fondo de la Tierra, de Djemaa el Fna…; escenas tradicionales y cotidianas: el jolgorio de la Fantasía; aguadores escanciando el frescor desbordante de las fuentes saciadas; la ceremonia sacra del té; el sosegado pastoreo; vaporosos transeúntes de gruesas chilabas; los zocos, monumentos a la humildad, y sus gráciles chamizos abrazados por las tenues enredaderas de las parras o las buganvillas; el recatado cuchicheo de las mujeres cubiertas hasta las orillas de los ojos … Los arcanos de los caminos incoloros, el sigilo de las estrellas, el manso transitar de los animalillos domésticos… Todo lo relacionado con Marruecos, incluso la desnudez del aire, tenía su cromatismo en la paleta de M.B.; la sutileza del arco iris se festejaba en el altar de su creación.
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Bertuchi fue un autor incansable: miles de bocetos y dibujos, cientos de óleos, acuarelas, grabados, aguatintas, fotografías y plumillas así lo testifican. Las obras ( todas ellas realizadas en el primer tercio del siglo veinte) que componen la presente muestra han sido escogidas siguiendo el principal criterio que nunca antes fueron expuestas en Marruecos y algunas tampoco lo han sido en España. Sólo una pequeña parte de la obra pudo ser contemplada en exposiciones; concretamente en tres: la celebrada en el año 2000 con el título: “Mariano Bertuchi, pintor de Marruecos”, con el patrocinio fundamental del Ministerio de Asuntos Exteriores español y la AECI con la colaboración de la asociación “La Medina”, el Comité Averroes, Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cultura marroquí y fundación Wafabank . Otra, en el 2004: “Mariano Bertuchi y Marruecos” en la primera Feria Hispa-Maroc, celebrada en el Palacio de Ferias y Congresos de Málaga, patrocinada por su Excmo. Ayuntamiento a través de las Jornadas “Al Sur del Sur: otra mirada” del programa Interreg III-A siendo el responsable de la muestra quien esto suscribe; y la tercera realizada en el “Palacio de los Gobernadores” de San Roque (Cádiz) titulada: “Mariano Bertuchi. El color de la luz y las sombras del Sur o impresiones de Al-Andalus y Al-Maghreb” promovida por su Fundación Municipal de Cultura, institución que a lo largo de varios años ha venido organizando muestra que recogían todas las técnicas y temáticas de su obra: desde los paisajes y escenas de costumbres andaluzas hasta su etapa marroquí pasando por su pasión taurina.
Quizá lo especial de la presente exposición: “Mariano Bertuchi: 50 años después” sea, además de su exclusividad y novedad, que las obras presentan una impronta y reflejo íntimo del artista, un diario personal de su existencia en Marruecos. No son pues ni las obras de gran formato, ni las realizadas por encargo, ni las que le fueran exigidas realizar, no; son una parte de su legado artístico personal compuesto por obras libres, llenas de frescura, de pinceladas rápidas, espontáneas y decididas, únicas e irrepetibles donde plasma sus impresiones, el flujo de la vida del Marruecos de principios del siglo pasado, la esencia del ser de su gente y su cultura; estas obras, por la libertad de su ejecución, tal vez sean las más apreciadas en los medios artísticos.
Teniendo en cuenta el largo itinerario (Marruecos-España) previsto para la exposición nos hemos decantado por escoger, con alguna excepción, un formato similar que a su vez mostrara, sin merma alguna, la coherencia unitaria de la obra del artista. Estas acuarelas nos descubren el corazón de un pueblo, los colores de su luz, todo lo que las palabras no pueden describir.
No quisiera acabar sin antes reconocer al Instituto Cervantes las facilidades dadas y el interés demostrado para que este evento pudiera realizarse con el rigor que caracteriza a esta importante institución, volcada en dar a conocer la cultura española en el mundo. Asimismo agradecer las ayudas prestadas por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI), la Embajada de España en Marruecos y el Ayuntamiento de Málaga. Gracias a todos, muy especialmente a los herederos del pintor, por la confianza depositada en mi persona para comisariar esta exposición que, estoy seguro, disfrutarán y valorarán, en su dimensión histórica, todos cuantos la visiten.
(08/05/06)