Desde la independencia de Marruecos, los dirigentes marroquíes y españoles desplegaron muchos esfuerzos para que la nueva era de sus relaciones fuera marcada por un espíritu de amistad, de diálogo y de cooperación. Para llegar a esta meta, los dos países acordaron la firma de varios acuerdos y protocolos de acuerdos que concernían varias áreas de interés común entre las cuales está el área de la cooperación económica y financiera.
Sin embargo, habida cuenta de los contenciosos territoriales que enfrentaban a los dos países, todos los esfuerzos hechos por sus dirigentes para hacer convergir sus intereses económicos y conseguir una cierta complementariedad entre sus economías cayeron en saco roto. Es la razón que explica hasta cierta medida por qué el mercado español ha sido un socio secundario de la economía marroquí durante más de dos décadas. Durante el período que va desde principios de los años setenta hacia mediados de los años ochenta, España ocupaba sólo la quinta posición como socio económico de Marruecos detrás de Francia, Alemania, Inglaterra e Italia. Ha habido que esperar la llegada del gobierno socialista de Felipe González para asistir a un verdadero salto cualitativo de la cooperación económica entre España y Marruecos.
Este salto cualitativo debido, en gran medida, al cambio de orientación de la política española hacia Maruecos operado por Felipe González que sustituyó la política de equilibrio adoptada por su antecesor Adolfo Suárez por otra política global que consideraba a Marruecos como un socio estratégico de España, permitió progresivamente a ésta abrirse un camino en el mercado marroquí y consolidar su posición de socio preferente de aquél. Dicho eso, ¿qué balance podemos hacer de la nueva era de cooperación económica y financiera entre los dos países? ¿En qué medida el entramado de intereses que ha sido tejido entre los dos países desde hace dos décadas ha empujado sus responsables respectivos a despolitizar sus intercambios económicos y disociarlos de todo diferendo territorial? ¿Cuál es el grado de incidencia de los contenciosos clásicos que enfrentan a los dos países sobre la buena salud de su cooperación económica? ¿Qué provecho saca Maruecos de dicha cooperación. ¿Qué papel desempeña España en el despegue de la economía marroquí mediante las ayudas y los créditos que otorga a Marruecos?
Un análisis pormenorizado de las relaciones económicas entre España y Marruecos durante las dos últimas décadas nos permite hacer las observaciones siguientes:
1- Con el paso del tiempo los dos países han conseguido estrechar relativamente sus lazos económicos, crear una complementariedad entre sus economías y disminuir el impacto de sus contenciosos clásicos sobre sus relaciones globales. El éxito de esta estrategia es ilustrado por el hecho de que, incluso en plena crisis diplomática entre los dos países (entre 2001 y 2002), sus intercambios económicos, que se trate de las importaciones o de las exportaciones, siguieron aumentando. A este respecto, es significativo subrayar que la proporción del aumento de las importaciones marroquíes procedentes de España fue superior a las importaciones globales de Marruecos. Mientras que las importaciones de productos españoles aumentaron un 27 por ciento, las procedentes de otros socios de Marruecos registraron un incremento de sólo el 4,6 por ciento. Podemos decir lo mismo a propósito de las exportaciones marroquíes hacia el mercado español. Mientras que el volumen de éstas registró un aumento del 14,42 por ciento, el volumen de las exportaciones globales de Marruecos conoció un incremento de sólo el 7,1 por ciento. La misma tendencia al alza siguió manteniéndose entre el 2002 et el 2003, en la medida en que España ganó casi un punto más de cuota de mercado en Marruecos, que sea en tanto cliente o proveedor del mercado marroquí.
Esta ausencia de todo impacto de la crisis de 2001-2002 sobre la buena salud de las relaciones económicas entre Marruecos y España prueba que los intercambios económicos entre los dos países han llegado a una cierta madurez y que sus actores económicos han comprendido que había que despolitizarlos y disociarlos de toda querella territorial.
2- Desde mediados de los años noventa España viene consolidando progresivamente su posición en el mercado marroquí, que sea en tanto cliente o proveedor. En lo que concierne sus ventas a Marruecos, esta progresión se hizo en detrimento de Francia que vio su cuota de mercado pasar del 26,3 por ciento en 1996 al 20,5 por ciento en 2002. Sin embargo, en lo que hace a sus compras a Marruecos, aunque aumentaron considerablemente durante este período, quedan todavía muy lejos del nivel alcanzado por Francia, que sigue constituyendo el principal destino de las exportaciones marroquíes.
3- El carácter desigual de la importancia que representa cada país para el desarrollo económico del otro sigue guardando toda su actualidad. En efecto, mientras que España es el segundo socio económico de Marruecos absorbiendo un promedio del 15 por ciento de sus ventas y aportando cerca del 12 por ciento de sus compras, éste ocupa sólo la decimonovena posición entre sus socios económicos. A título de ejemplo, en 2001 el mercado marroquí no representó más del 0,91 por ciento de su comercio exterior absorbiendo sólo un 1,17 por ciento de las exportaciones españolas y aportando un 0,71 por ciento de sus importaciones. Más que de una relación de partenariado entre los dos países, se trata en el caso que nos ocupa de una relación de dependencia económica de un país con respecto al otro, típica de las relaciones Norte/Sur, en la cual el uno constituye el destino de los productos de consumo y de bienes de equipo del otro, así como su proveedor en materias primas, recursos naturales y mano de obra barata, que sea a través de la emigración o mediante la deslocalización de unidades industriales que desarrollan actividades manuales intensivas.
4- En lo que atañe a las inversiones españolas en Marruecos, aunque han aumentado considerablemente durante los últimos años, no representan más que una proporción insignificante de su total en el mundo. A título de ejemplo, entre 1999 y 2001 España invirtió respectivamente 6.848; 76.180 et 74.577 mil millones de dólares. De estas inversiones, Marruecos atrajo sólo la proporción irrisoria de un 0,3; 0,09 et 0,14 por ciento respectivamente. Ello no es sorprendente cuando sabemos que la práctica totalidad de los flujos financieros españoles sigue teniendo como principal destino los países de la OCDE y de América latina, que atraen el 98 por ciento. Ahora bien, estamos aquí ante uno de los puntos flacos de la cooperación económica entre España y Marruecos, y que muestra que nuestro vecino del norte no ha optado todavía resueltamente por un verdadera implicación en el desarrollo de la economía marroquí
Este hecho se confirma sobre todo cuando comparamos el caso que nos ocupa con otras caso que presenta prácticamente las mismas características. Si nos fijamos, por ejemplo, en el caso de las relaciones económicas entre los Estados Unidos y México, que tiene muchas similitudes con el caso de las relaciones entre España y Marruecos (presión migratoria, diferencia de la renta per cápita, etc.) nos damos cuenta de que los americanos se implican mucho más en el despegue de la economía mexicana de lo que hacen los españoles con Marruecos. A título indicativo, mientras que en 2001 los Estados Unidos invirtieron 20.204 mil millones de dólares aportando el 60 por ciento de las inversiones extranjeras en México, durante el mismo período, España aportó sólo el 2,69 por ciento de las inversiones extranjeras en Marruecos. Asimismo, mientras que las inversiones americanas representaban el 3,3 por ciento del PIB mexicano en 2001, aun en el momento de su plena progresión en 1999, las inversiones españolas representaban sólo el 0,05 por ciento del PIB marroquí.
A este respecto hay que decir que incluso cuando se habla de inversiones españolas en Marruecos, dichas inversiones se centran principalmente en la compra de empresas públicas marroquíes, lo que en realidad no aporta casi nada para el mercado del empleo de Marruecos, dado que no se asiste a la creación de ofertas de empleo por la simple razón de que dichas empresas siguen funcionando con los mismos empleados que antes de ser privatizadas. Lo que Marruecos y los marroquíes necesitan es la creación de nuevas empresas y nuevas fábricas capaces de dar ofertas de empleo a un número importante de jóvenes y, por consiguiente, aliviar el impacto de la crisis económica en la que viven.
Podemos decir lo mismo a propósito de la Ayuda Oficial al Desarrollo (reembolsable y no reembolsable), pues constatamos que Marruecos no tiene un gran prioridad en la Agenda política del gobierno español cuyo gran centro de interés siguen siendo los países de América latina. El último ejemplo que confirma este estado de cosas es el Plan Director de la Cooperación Española del período 2001-2004 que destinaba sólo un 7,6 por ciento de esta ayuda pública española a todos los países del Magreb contra un 44,2 por ciento para los países de América latina.
Esta débil presencia de las ayudas públicas y de las inversiones españolas en Marruecos está en flagrante contradicción con las declaraciones de los responsables españoles, los cuales no dejan de repetir que el desarrollo económico de Marruecos constituye una opción estratégica para su país. Todo lo que acabamos de analizar muestra que hay un gran trecho entre la realidad y las declaraciones rimbombantes de los responsables españoles y que habría que esperar muchos años para ver Marruecos convertirse en uno de los principales destinos de las inversiones y las ayudas públicas españolas.
Creemos a este respecto que los decidores españoles están llamados a desplegar más esfuerzos para contribuir al despegue económico de su vecino del sur, pues es uno de los mejores medios susceptibles de crear riquezas en éste y aminorar los efectos desastrosos de la crisis económica por la que atraviesa desde hace más de una década, cuya primeras consecuencia es la presión migratoria a la cual España está expuesta diariamente.
No son los créditos FAD (Fondo de Ayuda al Desarrollo) que el gobierno español otorga a Marruecos que le van a sacar de su crisis económica. Más bien al contrario, estos créditos destinados principalmente a financiar la compra por este último de productos españoles no hacen sino incrementar su endeudamiento, agravar su déficit comercial, disminuir sus ingresos y comprometer el porvenir de su economía. No cabe duda de que el reembolso de estos créditos tiene un efecto desastroso sobre el equilibrio económico de países como Marruecos, pues el volumen de dichos reembolsos sobrepasa con creces todas las ayudas públicas y las inversiones extranjeras que recibe del extranjero.
¿Podemos pues seguir sosteniendo, como lo dan a entender algunos autores españoles, que con esta política el gobierno español contribuye al desarrollo económico de Marruecos ? Contestar afirmativamente equivaldría a negar la realidad y pasar por alto todas las estadísticas que confirman lo contrario. Como lo ha subrayado el economista español Iván Martín, en vez de que los países ricos del norte del Mediterráneo participen en el despegue económico de los países del sur aportando cada vez más flujos financieros, son más bien éstos que contribuyen con el volumen de sus transferencias (reembolso de créditos) de flujos financieros al desarrollo de aquéllos :
« Lo cierto es que la actual política europea hacia sus vecinos del Sur contribuye a agravar el ya enorme escalón de renta que hay en el Estrecho de Gibraltar entre España y Marruecos […] entre otras cosa porque supone una trasferencia neta de financiación de los países del Sur del Mediterráneo a la UE de 34.000 millones de dólares anuales, el equivalente a 125 euros por habitante y por año. En este sentido, La UE actúa como un auténtico agujero financiero».
Por otra parte, las más de las veces estos créditos no son utilizados integralmente. Tal fue el caso del crédito otorgado por España a Marruecos en virtud del Protocolo Financiero de 1996 para el período 1996-2001 del cual sólo la mitad ha sido utilizada. Si los responsables españoles tienen una verdadera voluntad de contribuir al despegue económico de Marruecos y hacer del Mediterráneo un área de diálogo, de cooperación, de prosperidad y de desarrollo económico sostenible, tendrían que optar resueltamente por una verdadera política de inversiones masivas en este país y dejar de destinarle las migajas de la ayudas públicas de su país y de sus inversiones en el extranjero.
Samir Bennis
(21/10/05)