(24/12/09).-La operación de márketing e imagen para Marruecos es nefasta. En el asunto del Sáhara Occidental, y en muchos otros, Marruecos debería hacer un esfuerzo pedagógico en España y entre la población española, que apoya al Frente Polisario de manera abrumadora. Ha perdido nuevamente la ocasión para ello, y el recuerdo del caso Haidar pesará en la posición española sobre el tema. Además, el asunto ha puesto sobre la mesa el caso del Sáhara Occidental, y posiblemente veamos reacciones en uno u otro sentido. Por este lado, tanto para Haidar. Y tanto negativo para Marruecos, a pesar de haber "logrado" el reconocimiento institucional, por parte española, de que su ley es aplicada en el territorio.
En España hay un sentimiento general de que Marruecos ha utilizado la difícil posición del gobierno español en el caso, que tanto había publicitado la "buena relación" con Marruecos durante el gobierno Zapatero. Además, el gobierno español ha quedado en evidencia, pues la resolución de la crisis ha venido de la mano de la intervención directa de Nicolas Sarkozy y la mediación de Estados Unidos, validando la tesis de que la impronta francesa o norteamericana es decisiva en la política exterior marroquí.La posición del gobierno español ha sido vacilante y contradictoria. Desde el apoyo en el congreso a la autodeterminación del territorio hasta la declaración de que reconoce que la "ley marroquí se extiende por el territorio", cuya letra ha sido pronto vaciada de contenido por los responsables gubernamentales.
Surgen las dudas. Y el Partido Popular recoge el fruto, ahora con acusaciones de que el acuerdo agrícola entre Marruecos y la UE, que amplía el comercio de productos agrícolas marroquíes y ante el que los agricultores españoles han manifestado su oposición, habría servido de moneda de cambio para cerrar el asunto con la vuelta de Haidar a El Aaiún.
Las relaciones hispanomarroquíes no han salido más "reforzadas", como manifiesta el embajador marroquí en Madrid, Oman Azziman. Al contrario, se ha restablecido un velo de desconfianza que desmiente el buen estado de las mismas durante los últimos años. Lo que resulta cierto es que las relaciones bilaterales no pueden circunscribirse ni a este ni a ningún otro asunto, sino al conjunto de los mismos, que son muchos. Con encuentros y desencuentros.