Ni tanto ni tan poco. Ni radical ni vehemente pero, eso sí, con más choques que connivencias con la realidad cotidiana. Sin necesidad de lecciones de otros, los marroquíes estimamos casi en coro que el lenguaje de los poderes públicos, eternamente « codificado », sus aparentes contradicciones, sus insensatas pero nunca grotescas valoraciones de la situación y su culto del plazo cuando se trata de urgentes reformas desagradan e irritan antes, dentro, que fuera.
Pero una cosa es la lentitud de las reformas y otra, diametralmente diferente: confundir entre la velocidad y el tocino o lo que es igual : debate a menudo apasionado y apasionante y polvorines o situaciones explosivas.
Anomalías que seducen y se estigmatizan y una objetividad que se transforma en intento de subordinación.
Su polémico (dentro y fuera) proceso democrático, la meditación de muchos marroquíes sobre todos los mitos venerados o por venerar y su alternancia (casi miopía institucional) entre la violencia de su autenticidad y la ternura de su aspiración modernista desarzonan y desconciertan, especialmente a los que no despliegan grandes esfuerzos para conocerlo más y mejor y que muestran en el momento de calificarlo o de juzgar sus procesos, injustos y desproporcionados desencantos y desilusiones.
La conciencia desgraciada… « Polvorines de Marruecos », « teorías de crísis en el régimen político ». De Ignacio Ramonet hasta Bernabé López García, pasando por muchos otros, tanto en « Le Monde » como en « El Mundo » o « El Pais », plumas exageradamente recalcitrantes y donantes de lecciones, no precisamente de modestia, sino de injustificada soberbia, no juzgan necesario en el momento de escribir o de bostezar, recurrir a una mayor dósis de memoria o a más objetividad intelectual.
Ningún marroquí se entusiasma por el curso del respeto de las libertades individuales y colectivas y asi lo damos a conocer en voz alta y en mayúscula, pero… franca y honestamente ¿ està Marruecos, como afirman algunos, peor que antes ?. O lo que insinúan algunos : ¿
Son mejores los años de plomo que la actual apertura y pluralismo ?
Responder afirmativamente equivaldría a pura alucinación, a mala fé o incluso a terrorismo intelectual porque asi se deben llamar las infundadas injurias y las intencionadas calumnias.
Objetivamente el Marruecos actual no tiene literalmente nada que ver con el de ayer. Nadie por más polvorines que vea Ramonet u otros tiene un sentimiento de descomposición.
Sin responder a los votos y deseos de su sociedad civil ni cumplir con sus redundantes promesas, Marruecos ha franqueado con el rey
Mohamed VI enorme, casi impensable, etapas en la democratización de la vida tanto política, económica como social y cultural. Ciertamente menos de lo que hubiéramos deseado ( o esperado) pero más que la inmensa mayoría de los países de su entorno geográfico y geo-político e infinitamente más de lo que ha podido ver o constatar Ignacio Ramonet.
No se trata de ninguna autojustificación ni de acrobacia intelectual sino simplemente de una evidencia que para verificar no se necesita ningún microscopio aunque otros sólo ven polvorines.
Sin género alguno de dudas, Marruecos interesa e intriga, no así el resto de los países de su área geopolítica o de su categoría estratégica. En Marruecos ocurren cosas y casos y sus tropiezos se identifican con lupa y a mil leguas, como si los « expertos en asuntos marroquíes » de cierta prensa, cuando se trata de valoración de su proceso democrático, prefieren compararlo a España, Francia o a Suecia y no a su vecina Argelia, a Túnez, Libia o a Mauritania.
Contrariamente a los países de su entorno, en Marruecos ocurren cosas…por lo menos para Ignacio Ramonet y otros « especialistas » del Marruecos actual.
Con cierta visión o sin zorra idea, algunos prefieren converger su atención y sus apetitos profesionales hacia Marruecos, salmodiando el mismo mensaje del miedo, de alarma y de desmoralización.
Es su derecho aunque no deja de sorprender sus concepciones sobre la marcha del pais, sus informaciones al respecto y sus enigmáticos « scoops » salidos directamente de una película del mexicano Cantinflas.
Sin embargo, de nada serviría acatar ciegamente la manera de actuar de los poderes públicos ni de negar que, hoy, más que nunca, Marruecos necesita urgentemente una nueva estrategia de comunicación sobre todo de cara al exterior y más particularmente los países o personajes públicos que por alergia u otra cosa « se interesan » más por Marruecos y lo tienen en el ojo del huracán… su huracán.
En comparación con hace pocos años, la prensa independiente en Marruecos, entre otras facetas del capítulo de las libertades públicas, constituye, a la vez, una metamorfosis y un modelo para el tercer mundo y parte del segundo.
Pero Ramonet no lee árabe.
En su crónica diaria del sábado 13 del mes en curso, el director del diario marroquí « Al Massae » Rachid Nini analizaba así la etapa: « sabemos pertinentemente que hay entre nosotros quien siente la nostalgia del pasado. Estos fantasmas del pasado deben comprender perfectamente que el interés de Marruecos, de su rey y de su pueblo se encuentra ante nosotros no detrás ».
Como Rachid Nini y su plantilla, la inmensa mayoría de los marroquíes nunca esperamos ni a Ramonet ni a Bernabé para diagnosticar las graves lagunas en nuestro proceso socio-político ni la falta de visibilidad político-económica a raíz del advenimiento de abstractos personajes con no menos abstractos proyectos políticos que recurren a quienes en Marruecos sueñan eternamente con abandonar las antesalas de la vida política en el pais.
Said Jadidi
(15/09/08)