A raíz de la crisis suscitada entre Marruecos y España; el gobierno marroquí llamó a consultas y para una duración indeterminada a su embajador acreditado ante el reino de España. Esta actitud diplomática sorprendió potentemente tanto al vecino norteño español como a la comunidad internacional.
Desde la perspectiva marroquí, esta retirada revela la exasperación y el malestar que no dejó de instaurarse paulatinamente entre ambos países, estos dos últimos meses. El gobierno marroquí tras la crisis había expresado su pesar vivo y su reprobación nítida de esta iniciativa española lamentable cualesquiera que sean las motivaciones y los objetivos.
Marruecos, país árabe-musulmán anclado en África, y España, fiel a todas sus tradiciones y en lo sucesivo a las vanguardias de una Unión Europea en expansión plena, reúnen a mi juicio todas las condiciones y goza de todos los triunfos y éxitos para reiniciar, fortalecer y por ende promover una cooperación excepcional, ambiciosa y realista.
En vigor, mucho se ha realizado, ciertamente, si se considera el camino recorrido concretamente sobre el plano económico. Los intercambios comerciales se duplicaron en menos de un decenio, las inversiones privadas progresaron sobremanera y cerca de ochocientas empresas españolas son hoy en día operativas en Marruecos.
La cooperación bilateral está instalada en la perennidad y la recurrencia de las acciones emprendidas, gracias al marco institucional renovado y pragmático que los dos países supieron juntos colocar y hacer vivir.
En este contexto, se puede hacer alusión al tratado histórico de amistad y de buena vecindad firmado en Rabat en 1991 y que constituye un cuadro excepcional inclinado a fortalecer y dar un impulso a las relaciones bilaterales.
También, vale la pena citar al Comité Averroes, y a todas las demás organizaciones que se pugnan por movilizar las dos sociedades civiles con el fin de promover un mejor conocimiento y una armonía recíprocos para romper el hielo y quebrantar los últimos tabúes y por lo tanto alzar los últimos perjuicios y esteriotipos que almacenan el subconsciente de cada uno por separado y que todavía frenan y debilitan a veces el potencial enorme de afinidades que caracterizan a ambos pueblos.
A estas alturas, hay ciertas interrogaciones que me vienen a la mente, y creo que, son fidedignas ¿Pero estos progresos están a la altura de las ambiciones de los dos países a la par, y las realizaciones responden a esta colaboración estratégica, solidaria, y global a la cual Marruecos y España aspiran después de tanto tiempo?
A mi parecer, todavía no se han alcanzado los objetivos, a pesar de todos los avances enumerados arriba. Juntos, pues, todavía no se ha conseguido crear un espacio de intereses respetuosos comunes y complementarios de todas las facetas y de todas dimensiones de las dos soberanías respectivas.
Se puede imaginar, el espacio de una colaboración innovadora, leal y equilibrada, inspirada por la razón y el progreso y donde ambas exigencias mutuas en términos de seguridad, de integridad, de soberanía y de codesarrollo, serían tomadas en consideración. Una colaboración basada en un pacto de confianza responsable, ambiciosa y creíble, pero que tarda en construir.
Este objetivo es realista porque está instaurado sobre los intereses y las obligaciones de unos y otros. Sobre todo es legítimo porque saca su fuerza de las actitudes y los reflejos más profundos, modelados y dados forma por siglos de historia común.
Pero, hay límites naturalmente que se imponen contra la efectiva colaboración, en los diversos sectores de la agricultura, la pesca y de la circulación de los seres, los bienes y los servicios entre Marruecos y España.
Estos límites y estos puntos litigiosos desaparecerán sólo en un marco revisado. Un marco dinámico y ambicioso que haría resonar de otro modo la legitimidad de los imperativos de soberanía política, económica y territorial.
Debemos pues, juntos, superar esta última etapa porque, tengo la convicción íntima, una vez desaparecidas las cicatrices y reminiscencias del pasado, que las energías excepcionales van a eximirse paulatinamente en nuestros dos países y el ritmo y la amplitud de lo que vamos a construir y a conquistar juntos, relativizará y borrará las últimas asperezas y austeridades que la historia nos legó.
Este nuevo horizonte que se dibuja para Marruecos y para España está bien más allá de la sola dimensión bilateral de las dos relaciones. Esta colaboración diferente e innovadora, influirá, no sólo en la relación entre Marruecos y España, sino también sobre el conjunto del proceso euro mediterráneo concebido en Barcelona hace cinco años. Este proceso ambicioso se queda siempre en espera del resquicio político susceptible de devolverle credibilidad y realidad.
Volviendo a la reciente crisis entre los dos vecinos, Marruecos decidió retirar a su embajador en España, Omar Azziman, por un período indeterminado, según anunció el ministro marroquí de los Asuntos Exteriores Fassi Fihri, en consecuencia al anuncio oficial de la visita del rey de España Juan Carlos I, el 5 y 6 de noviembre, a las ciudades de Ceuta y Melilla.
Tras dos meses sin embajador marroquí en España, las autoridades de Rabat decidieron mandar de nuevo a su representante a su sede en Madrid, tras una ausencia demasiado prolongada.
Como es consabido, el regreso del embajador del rey Mohammed VI, Omar Azziman, ha sido decidido en el transcurso de la breve visita que efectuó el diplomático de exteriores español Miguel Ángel Moratinos en Rabat.
Ahora, y a la luz de la decisión, es hora de hacer ciertas preguntas que me parecen muy legítimas en relación con la gestión de la crisis misma, pues, ¿cuáles son las condiciones y reivindicaciones que se ocultan en pos del regreso del canciller marroquí? En otras palabras, ¿cuáles fueron las maniobras disfrazadas españolas que hicieron que Rabat obedezca a tal decisión? ¿Hasta cuándo dejaría Rabat de bailarle el agua a Madrid? En concreto, ¿cual es “el misterio” encerrado?
El lector del comunicado emitido por el ministerio de exteriores marroquí, cuyo tenor es el regreso del embajador marroquí, pues, no encuentra ninguna alusión a Ceuta y Melilla, o bien, algún vehemente indicio de la proximidad de las concertaciones acerca de ellas.
De lo dicho, pues, ¿cuál es el auténtico motivo de la crisis entre Rabat y Madrid? De otro modo, ¿por qué tal crisis si las dos ciudades están bajo la soberanía española desde siglos, y en las dos ciudades la bandera existente allí es la española, y el idioma predominante es el español, y que los retratos que reinan en las administraciones son de Juan Carlos I?
Si nos fijamos en esto, pues, constatamos que la visita es algo ordinario, simbólico y rutinario sobremanera. Entonces, la crisis no tenía que prenderse de la manera con que se suscitó, ya que, el comunicado del ministerio de asuntos exteriores marroquí no hizo ninguna referencia a ninguna especie de ocupación española tanto a Ceuta y Melilla como a las islas cercanas.
La excitación del ardor y de la exaltación del pueblo marroquí protestante, pues, no fue contra la visita de los reyes españoles, sino más bien, contra la ocupación española, y fue, una expresión que interpreta una voluntad de liberalización de esos suelos ocupados. La existencia de los reyes en Ceuta y Melilla es igual que la presencia de los guardas civiles que, sofocan a diario a miles de filas de marroquíes a las entradas y salidas de los dos enclaves.
El pueblo marroquí creyó en primer lugar que, el gobierno de su país, en particular con la llamada a consultas de su embajador que, no le permitiría el regreso a este último hasta que se hubieran declarado las concertaciones entre los dos países acerca de las dos enclaves; o bien, tan siquiera, con la presentación de excusas oficiales por parte del monarca español Don Juan Carlos I. Sin embargo, ninguna de las medidas ha sido presentada.
Después del período demasiado prolongado del mutismo oficial por parte de las autoridades de Rabat en cuanto a la cuestión de la ocupación española de los dos enclaves, pues, es evidente que el motivo no radica en la fuerza y potencia de España, sino más bien, la debilidad de la administración marroquí. Eso, pues, nos lleva a plantear acerca de lo que impide a Rabat llevar esa cuestión al Consejo de Seguridad de la ONU, o bien, ante la Corte de Justicia Internacional ubicado en la Haya.
Asimismo, nos lleva a reflexionar acerca de la permanencia y la fidelidad a su acción -me refiero a Marruecos-, como guardia de las ilusorias fronteras en las entradas de los dos enclaves, protegiendo por lo tanto la ocupación y sus fuerzas. Igualmente, por qué Rabat no priva a Ceuta y Melilla de agua y electricidad, y por qué se mantiene firme y draconiana ante quien toma la iniciativa de manifestarse contra las consecutivas provocaciones españolas, como es el caso del senador Yahya Yahya que, esta hoy en día perseguido por la justicia española por el delito de la traición mayor, al ser un ciudadano español.
Entonces, todas estas interrogaciones manifiestan que la permanencia de estos dos enclaves bajo dominación de la ocupación española remonta antes que todo a la debilidad de Rabat que, interesada sólo por la organización de festivales, atraer inversiones, entre otras, pero por el otro lado no se avergüenza por ser el único país africano que sus suelos permanecen hoy en día colonizados.
Aparentemente, se trata de un ajuste de cuentas. Me refiero en este marco al-Andaluz, es decir que, España no otorgaría Ceuta y Melilla a Marruecos hasta que pasen ocho siglos bajo su dominación. ¿Quién sabe? Puede ser que tenga razón.
Para concluir, digo a España que deje de pescar a río revuelto, y que deje igualmente de llevar el agua a su molino. Y a Marruecos, pues, nunca digas de esta agua no beberé, y que, eche un poco de agua a su vino, mejor dicho, diplomacia. Así que, esperamos que las aguas vuelvan por donde solían ir.
Los dos están llamados a pagar con la misma moneda. Las relaciones internacionales requieren la destreza, la habilidad, y el ingenio. Es decir para Marruecos, que intente buscar otra alternativa que la que suele adoptar, consistente en llamar a consultas a su embajador. ¡Basta! En un abrir y cerrar de ojos nos ocurrió con España y Senegal. Sólo, nos falta regresar un paso atrás para poder avanzar cien pasos hacia delante.
Ahmed Bensalh Es-salhi
(21/01/08)