En el artículo en cuestión, se pretende tomar a la tremenda el asunto de la justicia. Pues, esta última procura en la medida de lo posible servir como un referente que garantiza los derechos y la obligaciones humanas. Los códigos de pronunciación de veredictos y su cumplimiento son una fuente substancial de credibilidad y contribuyen en las democracias, en particular en ciernes, para optimizar el derecho de los ciudadanos a respetar las leyes y por ende velar por su cumplimiento. De ahí, por tanto deriva la oportunidad y la pertinencia de un artículo de semejante naturaleza.
Es cierto que una vez entronizado Mohammed VI, supuestamente dio luz verde a muchas laudables iniciativas; la vuelta del opuesto al ex régimen Abraham Serfaty, la rescisión del exilio forzoso de Abdessalam Yassin, la instauración de la instancia equidad y reconciliación, la reforma del código de la familia, sin pasar por alto sus iniciativas consistentes en favorecer las libertades, a saber, las libertades de opinión y expresión.
Sin embargo, por el otro lado y al mismo tiempo, Marruecos conoció en este ámbito un deterioro considerable. Mencionamos la privación de Ali Lemrabt diez años de ejercicio de la profesión; sin hacer caso omiso a las condenas consecutivas de “Le journal” “Tel quel” “Nichane” “Al ayam” “Al osboue” “Al ousbouia Al jadida” “Demain” y hoy “Almassae”.
Al día siguiente del congreso del SNPM (Sindicato Nacional de la Prensa Marroquí) se pronuncian veredictos absurdos y paradójicos. Si eso significa algo, no sería nada más que una indeferencia por parte del Estado, y una política llamada los oídos sordos.
Se considera el recurso por parte de la justicia a multas pesadas contra los independientes medios de comunicación en tanto que segunda intención que pretende hacer callar, en vez de meter las tijeras como se solía hacer en los años de plomo.
Los veredictos pronunciados en nombre del comandante de los creyentes contra los medios de comunicación independientes son, a mi parecer, demasiado opresivos, abusivos y arbitrarios, y lo peor es que, emanan de una improvisación en vez de convicción. En caso de error, está lo que se llama el error profesional, pero por el otro lado, está lo que se llama la disculpa. El principio consistente en que a todo pecado misericordia. Esa, es la deontología propiamente dicha.
Una reforma del código de la prensa es una condición sine qua non, y la abolición de la detención del periodista es imprescindible. En estas alturas, digo yo que, somos todos condenados pero en remisión condicional de la pena. En Marruecos, “El mejor país del mundo” ¡cuidado dejar las riendas abiertas a la boca!, se puede sin aviso previo, estar detrás de las rejas de la cárcel, es decir, en la sombra.
Se trata de contradicciones extraordinarias de la injusticia, mejor dicho, “justicia”, bobadas, y soserías. Esas tragedias nos lleva a pensar en los jueces Garzón y Patrick Ramael quienes se infiltraron en el registro de la historia de la justicia por sus capacidades indudables, en abordar o bien aproximarse a cuestiones muy sensibles manifiestamente, e igualmente por su pretensión consistente en ejercer su profesión como Dios manda, o sea, según les dicta la ley y su conciencia, al revés de, los magistrados marroquíes que actúan al dictado de sus superiores, o bien, siguiendo la jerarquía. En vigor, esas cosas recuerdan indudablemente los tribunales de inquisición de la edad media.
Asimismo existe la prefabricación de acusaciones. Hoy en día la prensa independiente desempaña el papel de la oposición propiamente dicha. Una oposición que deberían desempeñar los partidos, pero puesto que éstos están agonizando, y sometidos en un letargo milenario pues, es legitimo que lo desempeñe la prensa independiente conjuntamente con la opinión publica y la sociedad civil.
En Marruecos es posible que se cambie cualquier cosa, con el fin de que, ninguna cosa cambie. Se habla de la justicia transitoria. A mi parecer, una mera improvisación a secas. La hemorragia que padece la libertad de expresión y opinión sigue acrecentando según informes internacionales. A la luz de lo ocurrido, pues, el juez Mohammed El Alaoui es un contrincante de la transición democrática. Su condenación es una plusmarca en la historia de la justicia marroquí, las repercusiones de ello, pues, la imagen de Marruecos, país que no es únicamente suyo, empieza a desvanecerse paulatinamente.
La génesis de esta crónica reside en una tragedia que remonta al 18 de noviembre de 2007 y concierne un artículo publicado en "Al-Massae" en el que acusa el aludido a cuatro jueces, sin nombrarlos, de haber participado en una pretendida fiesta homosexual en la ciudad de Ksar Al-Kébir (Noroeste).
A raíz de eso, el Tribunal de Primera Instancia de Rabat condenó a Rachid Niny, director de publicación del diario “Al Massae”, haciéndole pagar seis millones de dirhams de daños y perjuicios en provecho de cuatro sustitutos del fiscal del rey de Ksar El Kbir. Además de una multa de 120.000 de dirhams a la tesorería general del reino por lo que el tribunal cualificó de difamación de los cuatro magistrados.
El importe de los daños y perjuicios de 6 millones de dirhams sancionados al diario “Al Massae” constituye un veredicto sin precedente en la historia de las persecuciones judiciales contra la prensa. También es una condena a muerte del diario más difundido en Marruecos.
Una condena tan pesada de un diario apenas de un año y medio de edad es un mensaje dirigido al conjunto de la prensa independiente. Un mensaje que quiere hacer callar las voces independientes y por consiguiente empujarlas hacia la quiebra económica después del fracaso de la política de encarcelamiento de los periodistas o su interdicción de ejercer la profesión tal es el caso de Ali Lmrabet, que en la actualidad trabaja para el periódico español “El Mundo”.
En este sentido, la justicia es instrumentalizada para ajustar las cuentas de algunos con las líneas editoriales independientes y forzosamente alarmantes para varias partes. Estos últimos quieren en efecto pasar en silencio los atentados repetidos a los derechos humanos, cubrir la corrupción que corroe Marruecos. Estas partes quieren impedir la prensa en desempeñar plenamente su papel del cuarto poder, en otras palabras una supervisión efectiva. Esta nueva condenación aberrante es una prueba de más regresión peligrosa registrada en materia de libertad de expresión y de realizaciones democráticas.
En tanto que ciudadano entusiasta rechazo completamente estos veredictos y denuncio la justicia instrumentalizada, mientras clamo esas bobadas a la opinión internacional. Juicios severos en contra de las publicaciones independientes. El hecho de condenar en primera instancia, Rachid Nini, director de este diario, por ingresar seis millones de dirhams en tanto que daños y perjuicios en provecho de cuatro sustitutos del fiscal del Rey, es percibido por mi parte en tanto que anuncio de puesta en ejecución de ésta.
Pesadas penas que llaman a la opinión pública a plantearse cuestiones en cuanto a los juicios pronunciados contra títulos de la prensa nacional y los periodistas en el ejercicio de su profesión. Los juicios pronunciados por el tribunal, en este caso, no deben ser desproporcionados con relación a los actos cometidos.
Estoy consternado por el veredicto consistente en condenar, el 25 de marzo de 2008, la publicación a pagar unos 550.000 euros de daños y perjuicios. Es demasiado. En persona, escandalizado por el importe exorbitante de la multa. No es la primera vez que la justicia marroquí pronuncia injusticias. Veredictos que ponen en un estado crítico a las publicaciones independientes.
En fin de cuentas, donde hay poca justicia es un peligro tener razón. Aristóteles dijo que cometer una injusticia es peor que sufrirla. La justicia es el pan del pueblo, siempre está hambriento de ella. Dice un tal ingenioso Talmud “¡Hay una generación cuyos jueces merecen ser juzgados!
Ahmed Bensalh Es-salhi
(11/04/08)