“Tamnougalt” es una comarca que embarga los sentidos, un recinto amurallado que deja boquiabierto al viajero. Se alza como una pintoresca localidad con caserío de ladrillo y adobe de arcilla mezclados con paja que aúna tiempo y arte. La piedra humanizada de sus edificios con su pátina de siglos, conforma un conjunto de fantasía que evoca la memoria de la historia.
Sus habitantes presumen de vivir en el rincón más bonito del sur de Marruecos
Y no exageran demasiado, al menos a mi juicio, porque esta comarca es un obsequio para los sentidos, un placer para todo aquel que tenga la suerte de pasear por sus callejuelas empedradas flanqueadas de casonas palaciegas que llevan al turista a tiempos lejanos.
Como afirman sus residentes, Tamnougalt está impregnada de magia, y hecha de piedra, luz, tiempo y gente que recibe con los brazos abiertos y trata a cuerpo de rey. Al pasear por sus callejuelas y plazas, inmediatamente nos asalta la sensación de encontrarnos en una aldea oriental que reúne una abigarrada de cuadros luminosos, plasmados en conjuntos únicos e irrepetibles.
Erigida sobre un espolón rocoso de pendientes pronunciadas, “Tamnougalt” es el perfecto ejemplo de una espléndida fortaleza medieval amurallada. Pasear por ella es un auténtico placer para los amantes de la comodidad, la suntuosidad, y la plasticidad; puesto que conserva todo su ambiente medieval en las empinadas callejas de un casco antiguo compuesto por un ramillete compacto y armonioso de una mezquita majestuosa, murallas y casas de lujo enclavadas en un laberinto de vías que se entrecruzan rítmica y laberínticamente en el que el ocre de los ladrillos milenarios de aquel entonces impregnan al resto de tonos.
Lo insólito de su belleza
La primera característica que asalta del pueblo es su peculiaridad. Un pueblo absolutamente insólito por varios rasgos que lo hacen único y que ofrece un impresionante paisaje de contrastados relieves sobre rocas calizas, fruto de una historia arraigada. Valles encajados en forma de cañones, cuevas, taludes, y una amplia variedad de formas originadas por procesos de disolución ocurridos en tiempos muy remotos.
Aquí, se funden el oasis y la montaña, el desierto y el agua dando lugar a un conjunto inusitado en el cual, pese a la aridez, florece la vitalidad, la fecundidad, y la tranquilidad conformando una de las franjas del sur de mayor espectacularidad de índole paisajística y valor ecológico de todo Marruecos.
Un rincón abrazado por un palmeral milenario y ceñido por un laberinto montañoso arrebatador con múltiples y encantadores valles surcados por numerosos ríos y arroyos. Se ofrece al viajero como un rincón recóndito y sorprendente. Un espejo del edén tal como es, cuya peculiaridad es la calma bucólica. Quienes tienen la suerte y el placer de visitar la alcazaba, pueden atestiguar que se trata de un rincón encantado, surgido de de un sueño, de un cuento clásico de abuelas para niños.
Se trata de una joya arquitectónica medieval sin par. Un destino de singular belleza, en que aún se conservan lugares absolutamente vírgenes, repleto de paisajes panorámicos propicios para que la imaginación descubra seres exóticos y fantásticos entre sus añosas palmeras. Y es, sin duda alguna, el otoño la estación más cautivadora del paisaje. Los hayedos se incendian con los coloridos bermejos, áureos y ambarinos de sus hojas antes de caer, para convertir el suelo en una alfombra mullida de múltiples colores herrumbrosos.
La Alcazaba en agonía
En la última década la alcazaba de Tamnougalt se ha llegado a convertir en una desolada aldea en ruinas. Un verdadero patrimonio de la humanidad en agonía. La paupérrima situación en la que se encuentra representa un aspecto de marginación, del olvido por excelencia, que pide hoy en día más que nunca una intervención a gritos.
Pues, pese supuestamente a todos los sacrificios de su población en el transcurso de la época colonial, queda la realidad de la alcazaba de Tamnougalt como tal, un verdadero ejemplo de esos lugares patrimoniales victimas de políticas de los gobiernos sucesivos carentes de verdaderos planes de fomento y ordenación.
La consecuencia de tal sufrimiento es una destrucción masiva, una reducción a cenizas, una degradación del patrimonio y una migración sin precedentes de la población. Sólo quedan reminiscencias como testigo de una civilización que alcanzó su apogeo y su paroxismo en tiempos muy remotos y que perduró largo y tendido.
Escenario cinematográfico como despegue
En realidad, la grabación de algunos episodios de la famosa película “Un té en el Sahara”, en 1989, del italiano Bernardo Bertucci y protagonismo de Rogi More se considera el comienzo de la revalorización de la zona, de suerte que se empieza en invertir la herencia patrimonial y natural, con el fin de crear otras actividades alternativas tal como el turismo ecológico y cultural como una verdadera industria cinematográfica.
A la luz de la degradación, algunos ciudadanos preocupados por el abandono de la ciudad y activistas de la zona toman la iniciativa, en vez de hacerlo el propio municipio, de restaurar y rehabilitar. El fruto consiste en que la alcazaba de Tamnougalt ha comenzado a resucitar como el fénix de sus cenizas, recobrando su siglo de oro y su prensa de la desazón, atrayendo el interés de los investigadores, los medias, los inversores…
Como ejemplo de que la alcazaba ha sido objeto reciente de numerosos estudios sociológicos y técnicos, vale la pena mencionar, y agradecerles en nombre de toda la población, el proyecto de una ONG andaluza encabezada por José Manuel López Osorio que tomaron la iniciativa de restaurar algunos monumentos muy significativos como la mezquita, el morabito, y el “hammam” (baño turco) entre otros. En efecto, una iniciativa que surtió efecto en al acto.
Los arquitectos trabajaron con mucho afán cumpliendo su misión y la restauraron con los cinco sentidos, lo que le dio realce, esplendor y brillo; consecuencia de ello es que paulatinamente empezó a tomar cuerpo. Pero en la ausencia de una plataforma organizacional para la coordinación de esas iniciativas y la proposición de programas operacionales que tiendan a promover y desarrollar la zona, queda por decir que siempre corre el riesgo del olvido y la marginación, como si tal cosa.
Finalmente, vale la pena decir que hoy, merced del turismo como locomotora de la economía, y la dimensión ecuménica que adquirió Tamougalt, que ha empezado a recobrar su reputación y salir a la luz como un inusitado milagro; de suerte que cada dos por tres la visitan turistas de todos los continentes; lo que la ha convertido en meca turística, en vez de mera encrucijada de caravanas de mercantiles procedentes del África subsahariana.
Ahmed Bensalh Es-salhi
(11/09/07)