Sugiere que el tópico de “condenados a entenderse” se sustituya por: “Marruecos y España son dos vecinos convidados a entenderse”. Jesús García-Luengos (León, 1964), abogado e investigador del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), cree que el futuro de las relaciones entre estos dos países exige una vuelta de tuerca más allá de históricas posturas tan acomodaticias como peligrosas. Desde el avance en el conocimiento, al fomento de las relaciones socioeconómicas de ida y vuelta, piensa que es necesario superar un imaginario cargado de estereotipos para iniciar otros modelos. En todo esto, subyace la posibilidad de que esta relación bilateral contribuya como ejemplo al asentamiento de las relaciones con todo el Magreb, con el continente africano y con el mundo islámico. García-Luengos proyectó esa mirada comprometida con la integración, en las jornadas hispano-marroquíes que se han celebrado en Madrid, durante esta semana, en el castizo centro de la Plaza Mayor de la capital española.
Tan lejos y tan cerca, España vive una realidad marroquí que se traduce en una importantísima presencia de ciudadanos de aquel país. ¿Cómo se está asimilando esta circunstancia?
Los marroquíes en España, según el censo de 2005, constituyen el primer colectivo. Son 511.000 y superan al ecuatoriano. No sólo supone que haya tensiones sociales, en ciudades o barrios, también cotizan a la Seguridad Social, aumentan la tasa de natalidad, hacen trabajos que no queremos hacer los españoles… Lo que no se puede es ofrecer una imagen cargada de estereotipos, una imagen negativa que es parcial. Hay todo un recorrido para dar cobertura a noticias positivas, constructivas y creativas sobre Marruecos. Ante todos los contenciosos que tenemos con Marruecos, es fundamental dar ese paso y afrontar el reto.
¿Cómo afectan esos contenciosos históricos a la nueva realidad?
Los enclaves de Ceuta y Melilla, aguas territoriales, licencias de extracción petrolífera, la pesca o el Sáhara condicionan las relaciones bilaterales y subyacen siempre. Son factores determinantes a la hora de las crisis recurrentes que siempre vuelven. Léase Perejil u otras. Cuando surgen, los medios de comunicación, de un lado y otro, sacan a flote todo ese imaginario social negativo. Y las poblaciones recuperan ese pasado. Y surgen críticas radicales y sin concesiones. Esto provoca reacciones sociales negativas hacia el inmigrante, con la carga peyorativa que recae sobre el musulmán, sobre todo a partir del 11-S. Es un problema de conocimiento. Hablamos de un vecino que es musulmán y de un islamismo que tiene muchísimas vertientes. En concreto, en Marruecos, es una minoría escasísima la que respondería a ese fundamentalismo.
¿Cuál es el modelo que habría que poner en marcha?
En Francia, por ejemplo, hay un modelo de cooperación, a nivel empresarial, de creación de elites, universitario, de asistencia en las administraciones, que está mucho más desarrollado. España, sin obviar esos contenciosos, tendría que hacer suyas las cosas buenas de esos modelos y desarrollar nuevas estrategias. España ha seguido la teoría del colchón de intereses, sobre todo económicos. Pero el potencial español está muy por debajo de sus posibilidades. Y el marroquí, también. En cuanto a inversiones y comercio exterior, se puede decir que todavía no existe ese colchón. Si existiera realmente un colchón de intereses, cuando se dieran esos contenciosos, podrían contribuir a amortiguarlos. Es necesario hablar de forma franca.
A nivel de sociedad civil, ¿qué sensación le queda cuando oye hablar y opinar sobre el país vecino?
El país menos desarrollado, el que pretende proyectarse, siempre tiene más conocimiento del otro. En España, el nivel de desconocimiento de Marruecos es importante. Por ejemplo, simplemente el turismo, con lo que supone de acercamiento y contacto, puede ser un campo para profundizar y trasvasar lo positivo a otros terrenos. El turismo español en Marruecos ha pasado de 200.000 visitantes en 2002 a 370.000 en 2005.
¿Hay tantas cosas que puedan unir a Marruecos y España?
Sí, y algunas hay que descubrirlas. Si sabemos mirar, descubrimos muchas cosas. Por contraste, hay un espejo en el que podemos ver muchas más semejanzas de las que pensamos. Hay una vía de enriquecimiento que puede surgir si se intensifica la relación cultural. Hay proyectos, como un portal que se llama www.marruecosdigital.info, en el que hay ventanas para asomarse y corroborar esta realidad.
¿Cuál cree que sería el papel de España?
En principio, Marruecos tiene que ser para España una asignatura prioritaria. El eje principal, para mi, es: cómo España puede colaborar, en tanto Marruecos quiera y le deje, en la democratización del país. Lo que no hemos sabido todavía es en quién apostar para que se lleve a cabo ese proceso. Por ejemplo, España no ha sabido ver a los islamistas como actores políticos y acercarse y discernir los diferentes movimientos. Hay una tendencia clarísima para que los islamistas sean el partido más votado en las elecciones de 2007. Tampoco ha habido, en general, una aproximación adecuada respecto a determinadas elites que no son inmovilistas.
¿Cómo afectaría el avance entre las relaciones entre Marruecos y España en todo el resto de sus zonas de influencia?
Se vería beneficiado todo el entorno euroárabe. Con todo lo que implica en un mundo global e interrelacionado. España es el principal valedor de Marruecos en la Unión Europea. El ministro Miguel Ángel Moratinos ha llegado a proponer un estatuto de país avanzado, similar al de Turquía. El rey de Marruecos también ha apostado por acercarse a Europa. La nueva política de vecindad pretende europeizar, en el sentido de avanzar en el funcionamiento de las zonas de libre comercio y en el Estado de Derecho. Marruecos se ha sumado inmediatamente a esta iniciativa, lo que demuestra que hay voluntad.
Pero a nivel global, ¿qué peso tiene Marruecos para servir como referencia a otros países?
Marruecos siempre va varios pasos por delante de sus países vecinos en materia de transición democrática y derechos y libertades fundamentales. Vuelve a surgir lo del desconocimiento. Si uno oye y lee, se encuentra con que se dicen cosas terribles e inciertas. Por ejemplo, con el islamismo en Marruecos. Puede ser conservador, pero es pacífico en su inmensa mayoría. El problema de Marruecos es su enfrentamiento con Argelia, sobre todo en torno al contenciosos del Sáhara occidental, cuestión también determinante para la democratización del vecino marroquí. El Magreb, como región formada por Marruecos, Argelia, Túnez, Mauritania y Libia, si se superara esta situación, tiene muchas posibilidades de reactivarse económicamente.
En esa visión global, también hay que tener en cuenta problemas de actualidad como la llegada masiva de inmigrantes…
Junto al contexto euroárabe, hay que adquirir la conciencia, sobre todo los políticos, de que ya no hay sólo una interrelación entre las dos orillas del Mediterráneo, sino con toda la región del sur del Sáhara. Como ocurrió en Ceuta y Melilla, al final se activan políticas de urgencia, que no son sino parches. Al menos, a partir de ahí, se va a celebrar una conferencia euroafricana a propuesta de Marruecos y España, que debería corregir los errores en materia de cooperación internacional al desarrollo. Una vez más, se demuestra que hay posibilidades, y necesidad, de trabajar conjuntamente.
Económicamente, ¿hacia donde van las relaciones entre Marruecos y España?
Marruecos necesita inversión extranjera. Los retos económicos son tremendos. El Banco Mundial ya ha advertido de que o se acometen reformas o puede haber una crisis social. Los acuerdos de asociación de la UE con Marruecos no están dando, al menos por el momento, los resultados previstos. Por otro lado, España tiene que tomarse en serio su potencial y compromiso con Marruecos. Porque, insisto, hay intereses por ambos lados. Y hay posibilidades de progreso y desarrollo bilateral. En términos generales, ha de fomentarse, y justificarse, esa confianza mutua necesaria para crear nuevos lazos de convivencia.
(07/06/06)
* Entrevista realizada por Pacho Rodríguez en Madrid y publicada en “Diario de León”, el 25 de mayo de 2006