Al final llegamos a la finca toledana de Quintas de Mora, donde José Maria Aznar iba a recibir a su homólogo marroquí, Dris Jettou en el marco de una Cumbre de una importancia particular habida cuenta de que se celebraba pocas semanas después del quíntuplo atentado terrorista de Casablanca.
Yo conocía al Presidente del Gobierno español… a medias. Siendo aún Presidente del principal partido de la oposición en España (PP) viajó a Marruecos. A su llegada a Casablanca le hice una breve entrevista para Galavisión (Televisa-México) de la que era entonces corresponsal en el Magreb.
En «Quintas de Mora» comencé a barajar las posibilidades de éxito del ex alumno de «Nuestra Señora del Pilar» de Madrid de poder agasajar al Primer Ministro de un país con el que las declaraciones altisonantes y los desplantes continuos formaban parte de la autosugestión diplomática del entonces inquilino de la Moncloa.
¿Por qué en « Quintas del Moro» ( que, por su lejanía y el defectuoso acceso hacia ella, a los reporteros marroquíes nos pareció más acorde con el apodo de «Quinto C.») y no en la Moncloa?
La pregunta estaba a flor de boca entre el reducido grupo de los periodistas marroquíes que acompañamos a Dris Jettou.
Finalmente los que dudábamos seguimos sin saber cosa alguna…
Después de un largo suspense, Aznar y el Sr.Jettou nos aparecieron como buenos amigos…. Embestidamente reconciliados.
Un feliz pero para muchos los que estábamos en «Quintas de la Mora», surrealista desenlace.
Entre los miembros de la delegación marroquí nadie juzgó oportuno hacer preguntas sobre las múltiples zonas de sombra que rodearon este encuentro, particularmente las razones que indujeron al Sr. Aznar a «exiliarse» en tan recóndito «escondrijo».
Durante la posterior rueda de prensa, evoqué con el entonces director de gabinete del primer ministro, Mohamed Ibrahimi la posibilidad de una declaración en exclusiva sobre sus entrevistas con su homólogo español del Sr. Jettou. Me recomendó esperar el fin de las entrevistas oficiales.
No obstante antes de que me diera cuenta descubrí que entre los dos jefes del gobierno y la prensa fue instalado un auténtico Check Point.
Imposible de llegar hasta el helicóptero que iba a conducir al primer ministro marroquí y a la delegación que le acompañaba al aeropuerto de Barajas donde les esperaba un avión especial.
De pronto, sin pensarlo dos veces decidí «franquear» el control policial y llegar hasta donde estaban Aznar y Jettou…El primero al pié del aparato y el segundo a bordo. Afortunadamente me vio Mohamed Ibrahimi y pidió a los agentes de seguridad que me trataban de impedirme llegar hasta donde estaba el Presidente del Gobierno Español, dejarme pasar. Subí al aparato donde ya tomó asiento el Primer Ministro Marroquí quien se excusó, explicándome elocuentemente que no era correcto dejar al huésped español esperando. Comprendí y bajé decepcionado del helicóptero. Al emprender la vuelta al lugar reservado a la prensa escuché la voz del Presidente del Gobierno Español llamándome pero sin dar muestras de que lo estaba haciendo. Me dirigí a él.
– ¿Problemas? Me preguntó con una dudosa curiosidad
– No. Ninguno.
– ¿Entonces por qué has visto al Sr. Jettou en el último instante? Me dijo, insinuando haber visto la recomendación del Sr. Ibrahimi
– Sencillamente porque creía que podía obtener una declaración en exclusiva para la Televisión Marroquí
– Pero… si ya las hemos hecho en la rueda de prensa de hace unos instantes, me recordó con un acento acusador y una sonrisa cómplice
Aparentemente el Sr. Aznar quería descubrir «algo más»…. «Algo» que anidaba en su visceral concepción de lo que somos los marroquíes.
– Ya le dije Sr. Presidente que quería algo en exclusividad.
Me despedí del Sr. Aznar y antes de llegar a la tribuna de la prensa me interceptó una pareja de agentes en civil.
Inmediatamente después llega su superior y les indica que fue el director del gabinete del primer ministro de Marruecos quien me pidió venir a donde estaba el aparato de Dris Jettou.
Poco después tuvo que repetir el mismo «rollo» a nuestro embajador en Madrid, Abdeslam Baraka y al personal de su embajada que me dijeron que «por poco iba a crear un incidente diplomático porque agentes de la seguridad presidencial no entendieron nada y estaban listo de disparar en cualquier instante».
Me tomaron por un terrorista. Para ellos, como para su Presidente todos los «moros» o casi todos somos, sino terroristas, les parecemos como una gota de agua. Actitud que compartían muchos marroquíes y que concitó entre los marroquíes tanto dentro del país como entre los afincados en España un casi unánime rechazo a lo que consideraban desprecio a su país y a sus valores sagrados.
No sé por qué el 11 de marzo del 2004 volví a pensar en todo instante vivido aquél 5 de junio del 2003 en Quintas de Mora. Tampoco logré comprender por qué me vino a la memoria la imagen y el elíptico «interés» de José Maria Aznar con su mueca, medio burlona, medio ilustrativa de lo que «sentía» por Marruecos y por los marroquíes. En cambio entiendo la cortesía del Primer Ministro de Marruecos que, para no dejar esperar a su homólogo español, dio el «portazo» a la televisión estatal.
Fue el epítome de una legítima duda en torno a lo que, para mí, era una incómoda verdad sobre un gobierno y su presidente que, por razones que sólo ellos conocen, aprendieron a no confiar en su vecino del norte y que, por las crisis vividas y por vivir y más exactamente la naturaleza de sus desenlaces, esperaban proclamar un día que «… cautivo y desarmado… Marruecos….). Entiendo también (porque así me lo imaginé desde el primer instante en que vi. los resultados de la instrucción del 11-M y el consiguiente desenlace de su proceso judicial) que en mi calidad del único musulmán testigo de su tiempo en este entreverado asunto, debo imperativamente tomar una palabra que ningún juez me ha dado.
Así fue… años después… desde la otra rivera del Estrecho de Gibraltar… Mi palabra se llama: « 11-M: MADRID 1425».
Epílogo del libro “11-M: Madrid 1425”, de Said Jadidi
(07/04/09)