Porque el elector marroquí ha decidido ausentarse de la cita, descreído del sistema, de los partidos políticos y de la utilidad de su voto. Hace cinco años la tasa de participación fue sensiblemente más elevada, rondando el 62%. El pueblo marroquí parece haber desertado en masa de la vida política del país, frustrado por la falta de perspectivas y por la falta de claridad en las intenciones políticas.
Se trata, pues, de la característica más destacable de esta cita electoral. La otra es la sorpresa del resultado, que ha dado la victoria al Partido Istiqlal (PI), cuando todos los pronósticos favorecían la victoria masiva de los islamistas moderados del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD), que ha resultado el segundo partido más votado finalmente. Algunos de sus dirigentes se han apresurado a señalar la corrupción y la compra de votos como la causa de su derrota. Pero la generalidad de los observadores internacionales, presentes por vez primera y como gran novedad de la ocasión, han certificado la limpieza del proceso electoral.
Al Marruecos de Mohamed VI le cuesta avanzar hacia la apertura del sistema. La credibilidad del mismo ha recibido un clarísimo varapalo en las urnas, con el arma más efectiva: su completa ignorancia. Las autoridades deberían tomar nota del creciente divorcio entre el pueblo y la clase política marroquí.
(12/09/07)