Los discursos que el PJD ha estado desarrollando en su campaña dentro y fuera del país, han intentado demostrar que es un partido político moderno con un programa asentado, que buscan reformar la situación de miseria y subdesarrollo en la que viven un número muy elevado de marroquíes.
Basta ver por ejemplo las declaraciones del líder del partido, El Othmani, en su visita a España, con motivo de su conferencia en Casa Árabe el pasado 4 de julio. En su intervención expuso las líneas principales de su programa económico en torno a cuatro puntos fundamentales: lucha contra la corrupción, que "gana terreno en Marruecos", reformas estructurales en el modo de gobernanza, reforma de la Administración, incidiendo en la necesidad de "moralizar y dinamizar" su funcionamiento, y diversas reformas legislativas en dicho sentido.
Programa claro y cercano a la población urbana
A su vez, el partido del “quinqué iluminado”, -la imagen o símbolo con la que se representan para que la población analfabeta los reconozca frente a los logotipos del resto de partidos-, se presentan como el partido garante frente a la corrupción política; una de las peores lacras que ha caracterizado al país durante el reinado de Hassan II, el padre del actual monarca.
“Justicia y Desarrollo” plantea frases sencillas y directas que llegan a todas las capas de la población, pero se centra su influencia sobre todo en las ciudades. No hay que olvidar que el 60% de la población marroquí viven en zonas urbanas, por el éxodo rural que afecta a todo el país.
Consignas que abogan por el derecho a una sanidad, a un trabajo después de los estudios, a un sistema no corrupto, a devolver cierta moralidad a la política marroquí, integrar a la mujer en los ámbitos políticos y asociativos…Son frases que demuestran que el islamismo marroquí es una actitud de rechazo a una situación concreta de la evolución del país. Lo que habría que estudiar más adelante es si sus palabras, teñidas de cierta demagogia, se materializarán y qué tipo de consensos y uniones deberán realizar para poner en marcha esa reforma en pro del “desarrollo social” al que aspiran.
Limitación al peso de los islamistas
En las pasadas elecciones de 2002, el PJD se “contuvo” al presentar candidatos en 52 de las 95 circunscripciones. Como sorpresa para muchos, este partido configurado como la única fuerza de oposición real hoy día, ganó 42 de los 325 escaños, convirtiéndose en la tercera fuerza parlamentaria más votada, detrás de los tradicionales USFP (el principal partido de izquierda) y el Istiqlal (el nacionalista).
En las elecciones del próximo viernes, el partido “Justicia y Desarrollo” ha apostado fuerte y no se ha contenido en el número de circunscripciones del territorio. Se presenta a 92 de las 95 circunscripciones. Como comparación, el USFP y el Partido del Istiqlal se presentan a las 95, el PPS (el segundo grupo de izquierdas con más peso) a 92, el RNI a 91 y el MP (Movimiento Popular) a 90 circunscripciones.
Esta confianza en una posible victoria del PJD, por parte de observadores internacionales e internos, ha conducido a una modificación del reparto de escaños en el mapa electoral, que, no será casualidad, recorta el peso de los islamistas.
La consecuencia de esta modificación por parte del gobierno es que se quitan escaños en determinadas ciudades donde el PJD tenía un peso muy importante, como el caso de Tánger, Casablanca, Tetuán o Fez. Para mostrar esas modificaciones, el TEIM, (Taller de Estudios Internacionales del Mediterráneo), de la Universidad Autónoma de Madrid, ha elaborado un cuadro que puede verse en su web (http://www.uam.es/otroscentros/TEIM/observatorio/Observatorio_novedades.htm).
Un ejemplo claro que aporta Bernabé López, director del TEIM, es la provincia de Tánger, “un feudo islamista que ha sido dividido en dos circunscripciones, la primera urbana, con 762.000 habitantes, que elegirá a cuatro diputados, mayoritariamente del PJD, y la segunda rural, con 97.000, de donde saldrán otros dos parlamentarios”.
Optimismo dentro del PJD y el reto de romper la bicefalia interna
Los resultados de varios observadores y sondeos internacionales atribuyen al PJD una intención de voto superior al 40 %. Muchas voces empiezan a colocar al PJD como vencedor del 7 de septiembre, y dentro del PJD se prevé que se gane una mayoría relativa de 60 diputados.
Este optimismo sobre el afianzamiento del PJD tras las legislativas se debe a un recorrido en la postura del partido, cada vez más moderado en su discurso desde 2004, con el nombramiento de El Othmani como líder en el V Congreso del partido.
No obstante, no hay que olvidar la “bicefalia” dentro del PJD. Por una lado hay una parte más moderada y cercana al gobierno y el sistema del Majzén, como el movimiento “Vigilancia y Virtud” (MVV) dentro del partido, que está patrocinado por Khatib, el líder del MPDC (Movimiento Popular Democrático y Popular) que los islamistas anexionaron para tener posibilidad como partido político. Por otro, hay un núcleo duro en torno al MUR(Movimiento de la Unicidad y Reforma), liderado por Benkirán, con una actitud islamista más extrema y que se apoya en su publicación, el diario Attajdid.
Para la politóloga Malika Zeghal, el PJD es, al fin y al cabo, “un partido que nace de la convergencia de recorridos individuales, religiosos y políticos, muy diversificados, de hombres que se agrupan en una estructura de mosaico, en donde los conflictos internos son más que visibles y la competición entre los miembros forma parte de las reglas del juego”.
Por tanto, el reto del PJD sería resistir a los conflictos internos para evitar escisiones de su seno y que se configuraran nuevos partidos políticos islamistas, como ya está ocurriendo. Por ejemplo, ha surgido un nuevo partido islamista, el “Renacimiento y Virtud” (Annahda wa Favila) conocido por las siglas PRV que surgió en mayo de este año por la escisión del diputado de Uxda del PJD, Mohamed Khalidi.
Más islamistas en la escena política
“Justicia y Desarrollo” no es el único movimiento islamista en Marruecos. La otra gran formación islamista es el movimiento “Justicia y Caridad” (o “Justicia y Espiritualidad” ,Al Adl Wall Ihssane) del jeque Abdesalam Yassine.
Este movimiento, aunque se comporte como un partido político, no está legalizado, pero es tolerado por el monarca. Desde su formación en los años 70, es, a día de hoy, el mayor movimiento de masas que implica a la sociedad civil, que goza de una amplia de red de asociaciones caritativas. El objetivo de “Justicia y Caridad” es boicotear las elecciones, porque no aceptan el sistema político vigente, en el que el monarca sea el Comendador de los Creyentes.
Por otro lado, como novedad en estas elecciones, se presenta el nuevo partido islamista PRV comentado anteriormente, que estará en 59 circunscripciones, y el también islamista “Partido de la Civilización Alternativa”, cuya cobertura mediática en el país puede observarse como maniobra para reducir la influencia del PJD en las legislativas.
Los islamistas como alternativa
Hasta que no se hagan públicos los resultados de las elecciones, previstos seguramente para el próximo lunes 10 de septiembre, habrá que esperar a ver si el PJD entra en el gobierno, y qué tipo de coalición se formará, o si será otra vez el principal partido de oposición.
Pero lo que si se ha hecho público es que este apoyo al PJD es en buena medida una señal de protesta frente a la situación política actual. La población está cansada de la continuidad de unos partidos que se han asentado en el poder y no consiguen cambios de mejora social. No hay credibilidad hacia éstos, y eso se ha demostrado en los sondeos realizados.
A pesar de que estas últimas elecciones se hayan anunciado como transparentes, y que por primera vez en la historia de Marruecos cuenten con observadores internacionales, el pueblo marroquí no va a votar masivamente a las urnas.
El abstencionismo planea sobre las elecciones, ya que, según la agencia MAP, sólo ha retirado su tarjeta electoral, imprescindible para depositar el voto, el 55% de los ciudadanos inscritos (aunque son cifras que parecen haber aumentado en los últimos días).
Esta afirmación coincide con los resultados publicados por Daba 2007 realizados entre finales de julio hasta el 8 de agosto : el “69 por ciento de los marroquíes tienen la intención de ir a votar”; es decir, los dos tercios del electorado, pero “no saben a quién”. El gran vacío de participación se prevé que sea sobre todo en la población joven de entre 18 y 25 años. Un sector que engrosa de forma alarmante las listas de paro.
En definitiva, por los resultados de las encuestas y por el ambiente que se respira en las calles de Marruecos de ciudades como Tánger o Rabat, es evidente que se ha perdido la fe en la efectividad del voto, e incluso entre las personas formadas con aspiraciones políticas. Por tanto, no sorprende que la participación sólo llegue a poco más que del 50 por ciento de los votantes marroquíes y que el voto de los indecisos se acabe otorgando al PJD como “castigo” a los partidos tradicionales que no han cumplido con sus promesas.
Fomento de la democracia y freno al islamismo radical
Por otro lado, la irrupción del PJD con fuerza en la escena política marroquí puede repercutir de forma positiva en el resto de partidos, porque éstos reaccionarían e incluso se plantearían renovar a sus miembros, a luchar por ganarse la confianza de la población, a borrar la imagen corrupta que han tallado durante estos años en la memoria de los marroquíes.
Puede que sea un impulso, y los partidos tradicionales empiecen a escuchar a sus jóvenes, se acerquen a las capas más desfavorecidas, se muestren cercanos. Puede que sea un paso hacia la tan promulgada “transición democrática”.
Además, la presencia de un partido islamista moderado contribuye a ser un freno a los islamistas radicales yihadistas, que usan la violencia para romper el sistema político, y que ha demostrado la presencia de grupúsculos radicales desde los atentados de Casablanca de 2003, rompiendo el mito de Marruecos como baluarte contra el terrorismo de corte islamista.
La última palabra la tiene Mohamed VI
Aunque la presencia de un partido como el PJD o incluso “Justicia y Caridad” en la realidad política marroquí “escueza” a unos más que a otros, es evidente que puede hacer mover las reformas constitucionales que deben ponerse en marcha para lograr la democracia en Marruecos.
Pero en este reto, el de la democratización, es el rey Mohamed VI quien tiene la última palabra, puesto que es el máximo representante estatal en todos los ámbitos. Si el actual monarca es consciente del momento histórico en que vive Marruecos y obra a favor de una democratización real del país, los pasos a dar deben ser mayores. No se niega las reformas encabezadas por el rey marroquí en sus ocho años de reinado, pero tampoco se pasa por alto que son reformas lentas.
Para que se avance de un modo significativo, hay que depurar el pasivismo y clientelismo fomentado desde el majzén desde hace tantos años y hay que otorgar más libertad de movimiento al Parlamento. Si no, por muchas elecciones que hayan y por mucha mayor “transparencia” que se fomente, éstas no tendrán sentido si luego se nombra al gobierno al margen del resultado obtenido por la votación del pueblo.
P.T.Z
(04/09/07)