Sin lugar a dudas, la cuestion del Sáhara sigue formando parte de los mayores factores de fricción que vienen avocando al fracaso toda tentativa encaminada a operar un acercamiento entre España y Marruecos. De hecho, más que ningún otro contencioso, esta cuestión del Sáhara constituye el mayor ejemplo que ilustra la falta de entendimiento y el foso de incomprensión e incomunicación que separa no sólo a los responsables políticos de los dos países, sino también a sus intelectuales, sus medios de comunicación y sus sociedades civiles. En lo que se refiere a los gobiernos marroquí y español, cabe subrayar que, desde la firma del acuerdo tripartito de Madrid, la cuestión del Sáhara ha estado en el centro de los temas que tenían un mayor impacto negativo sobre la buena salud de estas relaciones. El último ejemplo que ilustra este estado de cosas le constituye el último desencuentro agudo entre los dos países, y que culminó con la crisis de Perejil.
Como es harto sabido, el episodio del Perejil no es sino la culminación de una serie de fricciones y desacuerdos que fueron acumulándose entre los dos países desde el fracaso de la renovación del acuerdo de pesca entre la Unión Europea y Marruecos, pasando por las declaraciones inamistosas del ex Presidente del gobierno español José María Aznar sobre las consecuencias negativas que tendría para Marruecos el fracaso de las negociaciones pesqueras y de su amenaza de congelar sus ayudas económicas a Marruecos, sin olvidar el tono acusatorio adoptado por el Ejecutivo español con respecto a su homólogo marroquí con respecto al tema de la inmigración clandestina y la supuesta complicidad de las altas esferas del Estado marroquí en la agravación de este fenómeno y los ataques repetitivos de los órganos de prensa españoles contra el monarca marroquí.
Pero la gota que colmó el vaso para las autoridades marroquíes y fue a nuestro parecer el mayor desencadenante de la peor crisis que se vivió entre los dos países desde hace tres décadas fue la pasividad del gobierno español ante la organización en el Patio del Parlamento andaluz de un simulacro de referéndum de autodeterminación del Sáhara, así como la renuencia de los responsables españoles a apoyar las iniciativas onusianas que pretendían encontrar una solución negociada y mutuamente aceptada por las partes implicadas directamente en el conflicto, y su empeño en abogar por la celebración del referéndum de autodeterminación.
De hecho, lo que desató las iras de las autoridades marroquíes fue el rechazo de los responsables españoles a apoyar una propuesta de Acuerdo Marco impulsado por James Becker, representante personal del secretario general de la ONU, en la cuestión de Sáhara. Dicha propuesta preveía una autonomía del Sáhara bajo la soberanía marroquí y contaba con el apoyo de Estados Unidos, Francia y el Reino Unido. Este plan suscitó tanto entusiasmo y tanto optimismo en las autoridades marroquíes, que el monarca Mohamed VI llegó incluso hasta declarar en una entrevista al diario francés le Figaro que el conflicto del Sáhara iba a ser resuelto en poco tiempo. Pero este optimismo marroquí no tardó en toparse con lo que fue interpretado por los responsables marroquíes como una cerrazón de las autoridades españoles que seguían parapetándose detrás del principio de la autodeterminación y del respeto de la legalidad internacional.
Para las autoridades marroquíes, las cosas no podían ser más claras, pues el hecho de que el gobierno español se negase a respaldar la iniciativa impulsada por James Becker parapetándose detrás del sacrosanto derecho de autodeterminación aun cuando el secretario General de la ONU pidió a este ultimo la congelación del Plan de Arreglo para explorar a fondo el Acuerdo Marco#, era una clara muestra de que no tenía ninguna voluntad de obrar por una resolución rápida de este conflicto ni era favorable a que se resolviese en favor de los intereses estratégicos y los derechos históricos imprescriptibles de Marruecos. Esta posición titubeante y contradictoria del gobierno español y la campaña de apoyo llevada a cabo por los organizadores del pseudo-referéndum de autodeterminación del Sáhara en varias localidades andaluzas, formaron parte de las siete principales razones que el ministro marroquí de Asuntos Exteriores, Mohamed Benaissa, esgrimió el 31 de octubre de 2001 ante el Parlamento marroquí para justificar el descontento marroquí y la llamada a consultas del embajador de Marruecos en Madrid.
En lo que se refiere a las sociedades civiles de ambos países, basta con leer algunos de los titulares de prensa publicados en cada país durante los últimos años sobre el mismo tema para darse cuenta del divorcio que existe entre los dos países y de la incompatibilidad de su visión respectiva con respecto a este asunto. Así, mientras para la opinión pública española Marruecos es un país “invasor, irrespetuoso de la legalidad internacional y violador de los derechos de los saharauis”, en la medida en que les deniega su derecho a la autodeterminación, la opinión pública marroquí está convencida de la legitimidad de la causa marroquí y del derecho de Marruecos de recobrar una parte de su territorio que le fue expoliada por el colonialismo español.
Por lo cual, teniendo en cuenta que el tema del Sáhara es uno de los problemas que lastran el desarrollo económico de Marruecos, en la medida en que el mantenimiento cotidiano de los más de 150.000 militares marroquíes -que representan el 60% de las Fuerzas Armadas Marroquíes- supone muchos gastos para las arcas del Estado marroquí, que hubieran sido invertidos en proyectos de promoción del tejido económico marroquí de no haber existido este contencioso, los marroquíes interpretan la hostilidad declarada de la opinión pública española a los planteamientos marroquíes y la renuencia del gobierno español a apoyar la tesis marroquí como una voluntad inconfesada de seguir desestabilizando a su país. La opinión pública marroquí ve, en efecto, con mucha frustración que en un país que padece los efectos desestabilizadores del separatismo vasco, que la mayoría aplastante de los españoles apoyen incondicionalmente la causa de los saharauis sin tomar en consideración en ningún momento los derechos históricos de Marruecos y de todo un pueblo sobre este territorio.
Es esta falta de comprensión la que llevó el 17 de julio de 2005 a los intelectuales marroquíes a publicar en las páginas del diario El País una carta colectiva transmitida a los intelectuales españoles, para expresarles la incomprensión y la frustración de la opinión pública marroquí ante la actitud hostil de los españoles a los planteamientos marroquíes sobre el Sáhara y reprocharles su falta de apoyo a una solución favorable a los intereses marroquíes.
La respuesta dada una semana después por algunos intelectuales españoles es una prueba terminante del foso de incomprensión que separa a los intelectuales de ambos países y del largo trecho que les queda por recorrer antes de llegar a un terreno de entendimiento sobre este asunto. A la vez que recusan los planteamientos de los intelectuales marroquíes, estos intelectuales españoles denuncian en su respuesta la « invasión » del Sáhara por Marruecos, reiteran su apoyo a la tesis saharaui, al derecho de autodeterminación de los saharauis, poniendo hincapié en el hecho de que los Acuerdos Tripartitos de Madrid no « fueron más que la expresión de pactos entre dictaduras que la ONU declaró nulas » e invitando al gobierno español a asumir su responsabilidad para resolver este asunto en el respeto de la legalidad internacional.
Por otra parte, muy pocos marroquíes se pueden explicar por qué existe tanta solidaridad con los saharauis y por qué tantas voces se elevan diariamente para recordar a los responsables españoles su deuda moral con estos últimos y su deber de presionar a Marruecos para que respete la legalidad internacional, mientras no hay casi nadie, salvo raras excepciones, a quien se le ocurra denunciar las secuelas del colonialismo español en el norte de Marruecos y las consecuencias más que nefastas que sigue suponiendo hasta hoy día para la región del Rif el gaseamiento de esta zona por los militares españoles a raíz de su derrota en la batalla de Anual.
Como lo han puesto de manifiesto varios estudiosos tanto españoles como extranjeros como María Rosa de Madariaga y Sebastián Balfour, además del hecho de que los responsables españoles violaron sus compromisos internacionales que les prohibían el uso de los gases tóxicos, su gaseamiento de la población del Rif sigue teniendo consecuencias muy nefastas sobre la población del Rif, máxime si tenemos en cuenta que esta región registra la mayor tasa de personas aquejadas del cáncer. Este hecho se explica por el hecho de que los gases mostaza utilizados por los militares españoles causaron en la población azotada por estas sustancias mutaciones genéricas irreversibles que hacen que el cáncer se transmita de manera hereditaria.
Teniendo en cuenta que hay más de 200 asociaciones de apoyo a la población saharaui concentrada en Tinduf y que miles de familias españolas reciben cada verano a cerca de 9000 niños saharauis, les hubiera gustado a los marroquíes que el mismo impulso de solidaridad mostrado hacia los niños saharauis fuera mostrado hacia los descendientes de las víctimas del gasemaineto del Rif o que existieran tantas asociaciones y ONGs españolas que aboguen por la rehabilitación de las victimas de esta guerra y que presionen a sus responsables políticos para que expresen en nombre de sus ciudadanos la mea culpa de España con respecto a estos acontecimientos. Para los marroquíes este apoyo dado por la opinión publica española a una entidad ficticia es una clara muestra de que esta última no ha conseguido todavía deshacerse de su visión negativa e inamistosa de Marruecos ni desea que los dos países construyan un futuro marcado por el respeto mutuo y la eliminación de los factores generadores de fricciones y desencuentros entre los dos pueblos.
¿Cómo se puede explicar esta falta de solidaridad de la opinión pública española con las tesis marroquíes y el empeño de algunos intelectuales españoles en seguir considerando a Marruecos como el único país susceptible de amenazar la estabilidad política y económica de España? ¿Esos autores que aprovechan cada actitud de los responsables marroquíes con respecto a España para alertar a sus lectores sobre la alevosía de estos últimos, se basan en hechos fehacientes que atestiguan la veracidad de sus planteamientos o sólo ilustran la dificultad de los españoles de deshacerse del odio y del miedo secular hacia sus “incómodos” vecinos del sur?
Encontrar unas respuestas a estas cuestiones supone ante todo averiguar cuál es la imagen que los manuales escolares españoles se han encargado de dar de las relaciones de España con Marruecos y de la influencia de éste en el devenir histórico de aquélla, sobre todo durante el siglo XX. Es sólo haciendo un análisis de esta imagen cómo uno puede conocer las causas de la falta de solidaridad del pueblo español con su vecino marroquí en el asunto del Sáhara. Y es que la manera cómo los manuales escolares españoles tratan la historia de las relaciones entre España y Marruecos no puede ser más tergiversada ni llena de omisiones y contraverdades.
En efecto, como lo han mostrado los autores del libro El Islam en las aulas, los autores de los manuales escolares españoles hacen una lectura a la vez truncada y parcial de las relaciones hispano-marroquíes durante el último siglo. Se trata de una lectura truncada en la medida en que los pocos manuales escolares que tratan esta cuestión ni siquiera hacen una alusión al uso de gases tóxicos por los militares españoles en contra de la población del Rif. Además se pasa por alto el periodo comprendido entre 1927, fecha del final de la campaña llamada de « pacificación » y la independencia Marruecos. Mediante esta omisión, se evita poner énfasis en el hecho de que la población indefensa de la zona de influencia española fue víctima del tratamiento vejatorio de los militares españoles y de la política de terror y de intimidación que éstos llevaron de una manera indiscriminada contra esta última para acabar con su resistencia a la presencia militar española. Tampoco se da a conocer a los jóvenes españoles que los marroquíes que tomaron parte en la contienda fratricida de 1936 fueron obligados, en su mayoría, a pesar suyo a sacrificar su vida y defender una causa que no era la suya. Lo que es peor, y refleja el empeño de la inteligentsia española en inculcar contraverdades a los jóvenes españoles y mostrar el carácter supuestamente altruista y desinteresado de la presencia española en Marruecos, consiste en el hecho de que algunos autores de los manuales escolares españoles no encuentran el menor reparo en presentar hechos que están en total desfase con la realidad histórica, como es el hecho de alegar que fue España que, por su propia iniciativa, decidió poner fin a su presencia en Marruecos, obligando a Francia a hacer lo propio en su correspondiente zona de protectorado : En los momentos mas graves de la lucha de los marroquíes por su independencia, la actitud del gobierno español fue de respeto para el pueblo que protegía; por eso no aprobó la destitución de su rey Mohamed V realizada por Francia (1953) que ejercía el protectorado en el resto del territorio marroquí, sino que, por el contrario, tres años después dio la independencia a su zona. Esta decisión forzó a Francia a abandonar también su protectorado en Marruecos.
Habida cuenta de esta lectura sesgada de la historia de las relaciones hispano-marroquíes y del hecho de que los marroquíes son siempre presentados como los causantes de los peores traumas que marcaron la memoria colectiva española- como fue el caso durante la Guerra del Rif y la Guerra Civil- y nunca como víctimas de los designios imperialistas de los políticos españoles, así como del hecho de que Marruecos es al país que más reveses políticos ha infligidos a España, como en el caso del Sáhara, no es de extrañar que la mayoría aplastante de la opinión pública española siga mostrando su hostilidad a los planteamientos marroquíes sobre este conflicto y que todo posicionamiento de los responsables españoles en favor de la tesis marroquí suscite su desaprobación.
Con miras a iniciar de una vez por todas un proceso de reconciliación entre marroquíes y españoles, hubiera sido más que saludable que los medios de comunicación y los textos de libro españoles insistieran en hechos como éstos para dar a conocer al pueblo español las fechorías cometidas por los responsables de su país en contra de una población indefensa que no hacía sino defender su tierra y su cultura, mostrándole así que los marroquíes han sido en una época no tan lejana de la historia víctimas de la barbaridad y de la estrechez de miras de los políticos españoles.
(08/02/07)