Tras la encuesta llevada a cabo últimamente por un grupo de investigadores marroquíes y españoles que ha mostrado que casi el 70 % de los marroquíes tienen una visión positiva de España, conviene ahora preguntarse sobre la visión que tienen los españoles de Marruecos y de los marroquíes. Desgraciadamente, para empezar hay que decir que esta imagen es muy negativa. Sin ir más lejos hay que precisar que todas las encuestas llevadas a cabo estos últimos años por el CIS muestran que los marroquíes son el grupo humano que inspira menos simpatía a los españoles. Ahora bien esta mala imagen de los marroquíes en España no es sólo la consecuencia de los contenciosos que enfrentan a Marruecos y España desde 1956, sino más bien el resultado de la trayectoria histórica de este país durante la cual intelectuales e ideólogos españoles han intentado renegar el pasado musulmán de su país y demonizar a los musulmanes. La mejor manera para saber el porqué de la imagen negativa que tienen los españoles de los marroquíes es ver cómo éstos son presentados en los manuales escolares españoles.
Como acabamos de decir, desde el final de la Reconquista, la mayoría de los pensadores e intelectuales españoles ha llevado a cabo un trabajo en profundidad para tratar de releer la historia de su país a fin de purificarla de todo elemento « extranjero » susceptible de poner en tela de juicio el carácter exclusivamente europeo de la identidad española. Por lo cual, éstos han mostrado que la presencia de los musulmanes en España habría constituido un accidente en la historia de este país. Para corroborar este análisis, estos defensores de la identidad española no han dejado de mostrar que desde los primeros años de la instalación de la dominación musulmana en España, la población autóctona ha comenzado a organizarse para expulsar a sus enemigos.
Identidad
En este proceso de reconstrucción de la identidad española, ninguna interpretación o análisis que adoptará un enfoque que no concuerde con el análisis que la ideología de esa época quería dar de la historia de su país fue tolerado. Más bien al contrario, fue diabolizada, ya que constituía una ruptura con la tradición historiográfica española, la cual consistía en alabar el genio de la población autóctona de España y poner hincapié sobre su papel en el esplendor y el refinamiento cultural de al-Andalus. Mediante este análisis el objetivo perseguido por los ideólogos españoles era desmarcarse del Oriente musulmán, considerado como incapaz de estar en el origen de tal esplendor. Partiendo de esta perspectiva, el análisis hecho en los siglos XVIII y XIX respectivamente por autores como el conde de Campomanes o José Antonio Conde, que criticaban el etnocentrismo que imperaba en su país con respecto a los musulmanes, no tenían ninguna posibilidad de ser bien recibido por los ideólogos españoles de aquel entonces. Estos se han apresurado, en efecto, a anatematizarlos y a condenarlos a un olvido total.
Historia
Como ha resaltado Bernabé López García, por la simple razón que este autor ha afirmado en el prólogo de su obra Historia de la dominación de los árabes en España sacada de los manuscritos arábigos, « que prácticamente todas las naciones eran bárbaras cuando los árabes eran sabios », forma parte de una tradición de autores que se transforman en el blanco de la historiografía tradicional, acusados de practicar el sabotaje de valores construidos sobre una visión parcial del pasado ».Una vez este análisis fue eliminado, la visión que ha imperado desde entonces es la de autores abiertamente antimusulmanes, como Javier Simonet, Julian Ribera, Modesto Lafuente y Menéndez Pelayo. Lo peor es que la misma interpretación de la historia sigue siendo vehiculada por los manuales escolares. Al hablar de la sociedad de al-Andalus, los autores de los manuales escolares dan una visión sumamente reductora de esa sociedad cosmopolita y pasan por alto la convivencia más o menos pacífica que existía entre musulmanes, cristianos y judíos. De este modo, se tiende a presentar ocho siglos de historia en clave de enfrentamientos entre el bien y el mal, dando a entender que el bien estaba representado por la población autóctona que trataba de recuperar su territorio de la mano de los «invasores» musulmanes.
Para dar consistencia a esta visión, estos autores hacen caso omiso del mestizaje étnico y cultural y de la tolerancia que prevalecía entre los representantes de cada religión y dan siempre a los musulmanes apelaciones negativas: invasores, bárbaros, usurpadores, fanáticos, etc. Esta lectura que siguen dando los manuales escolares no hace sino traducir la dificultad de España de aceptar la dimensión musulmana de su identidad.
(25/12/05)