I- Presentación de la problemática, la noción de la mismidad
En términos generales, la mismidad es un nominativo que define más o menos la exactitud y la semejanza, la idea de ser uno mismo. Por lo ser uno mismo es más bien una forma de reconocer tres factores relacionados con la existencia física de la persona, y en nuestro caso con el escritor:
– En primer lugar, los valores morales u otros que forman el pensamiento y condicionan la conducta.
– Una trayectoria personal que recorre desde el nacimiento hasta la fecha de escritura, el tiempo de la escritura, o sea la historia del yo;
– La escritura misma, entendida como un sistema lingüístico, que hace que nuestros valores se concreticen y nuestra trayectoria se inmortalice.
La mismidad sería, pues, una forma de representar y reproducir su figura o estatura en el tiempo, sabiendo, de todas formas, que aquello es en definitiva una cesión poética, una forma reflexiva dirigida a sí mismo mediante el lenguaje.
La mismidad no es la unicidad ni la exactitud, sino la diversidad que emana de la propia identidad humana; definición que, a mi parecer, cuando se trata de analizar la relación de un autor como Driss Chraibi, con su vida narrada (1926/1997) nos lleva a examinar -partiendo de las dos obras (El pasado simple 1954, “Lu, vu, entendu” 1998) que marcan los dos tiempos extremos de aquella vida- una serie de factores que merecen la pena ser destacados a la hora de hablar de un escritor que marcó la literatura marroquí de expresión francesa.
Quiero ahora aludir brevemente al genero autobiográfico, que ocupa en la obra de Driss Chraibi un lugar destacado y especial. Es sabido que su primera novela emblemática (El pasado simple) fue publicada en Francia en 1954, antes de la independencia de Marruecos. El pasado simple narra la supuesta trayectoria del personaje Driss, (p.131) que, curiosamente, es también el nombre del escritor. La novela sitúa sus acontecimientos en una época tumultuosa, de transformaciones acaecidas en la sociedad marroquí tradicional tras una larga dominación ejercida por el protectorado franco-español. Es lógico que en este contexto, temas como la independencia, la identidad, los valores, el desarrollo económico, la emancipación social e individual, junto con otros, formaran parte de una situación en continua y contradictoria evolución.
Driss Chraibi tuvo el reflejo intuitivo de captar y valorar aquel movimiento patente que ejercitaba la “transformación”. El pasado simple, en mi lectura, es tanto su reflejo mental y simbólico como el verdadero “transformable” de su escritor. Se entiende perfectamente, pues, tal y como fue recibida la novela en su momento en los círculos de la elite marroquí, al igual que se puede entender la “postura políticamente correcta” de una lectura nacionalista que exhibía claramente el rechazo y la rabia.
El Pasado simple era, de todas formas, el anuncio precoz de un novelista rebelde en aquel Marruecos en vísperas de la independencia, así como una cierta mirada personal y severamente crítica sobre la evolución de su sociedad.
En definitiva, es el comienzo determinante de una etapa en la vida de Driss Chraibi cuando rompe categóricamente con su país y elige, sin ninguna relación directa o efectiva, el refugio / residencia francés durante más de tres décadas. Ahora bien Chraibi nunca no dejó de abordar en su obra literaria temas relacionados con Marruecos. Ahora bien, desde la óptica de un veterano novelista, con un enfoque novelesco muy distinto, a la hora de acercar la totalidad de su obra la diversidad cultural marroquí.
La autobiografía, un proyecto de vida
En 1998 Driss Chraibi publica el primer volumen, así es como fue anunciado, de sus memorias (Leído, visto y entendido[1] ) donde elabora minuciosamente, cuando ya tenía más de setenta años, un ejercicio de pura exhibición, expresivo desde punto de vista memorial, relacionado con su trayecto, el itinerario de su vida. Me parece, por supuesto, que es un ejercicio memorable, que consiste en producir la ilusión, tal vez equívoca, de elaborar un autorretrato que fuera semejante a sí mismo a través de la escritura; o, mejor dicho, transformar la escritura en un proyecto de transcripción de la vida mediante la elaboración de su retrato (nombre propio). No menos importante es la pretensión de elogiar, aunque sea simbólicamente, su credo de ser escritor distinguido (reconocido), con todo lo que ello conlleva de afirmación en el ámbito de la literatura, especialmente la marroquí, escrita en el caso de Driss Chraibi, en francés.
Tengo la impresión de que cuando Chraibi empezó a escribir su autobiografía / memorias tenía presente en su mente la idea atractiva del “testimonio” como forma inicial de pasar el testigo: dar a conocer una vida inacabada, rememorar algunos recuerdos partiendo de la infancia, concretizar, mediante una esquema de valores y deseos, la trayectoria personal concebida como una historia formal del yo. Para finalmente producir lo más deseado de todo, es decir sentidos figurativos, metáforas y alegorías. El hecho de escribir una autobiografía, o memorias, es en mi juicio un acto lingüístico explícito de pronunciarse en términos de valorar y capitalizar el sentido que se le da a la propia persona y a su existencia en general.
Un lector atento de la autobiografía de Driss Chraibi no dejará de observar que la vida del autor es el “tema” principal de su escritura, con el fin explícito de alcanzar tres objetivos:
1- Evocar todos los recuerdos, acontecimientos, eventos y sucesos que forman parte, a grandes rasgos, de la existencia física de aquella vida rememorada en sus múltiples dimensiones y aspectos. Partiendo de la idea de que la rememoración es el acto testimonial de narrar situaciones y acciones, se puede plantear que a Driss Chraibi no le faltaban las exigencias; a saber, por un lado, el deseo quizás íntimo de cumplir con una tradición ancestral de describir un trayecto de vida y revelar sus andanzas, y, del otro lado, exponer lo pensado de sí mismo en términos de marcar las etapas, recuperar las experiencias, indicar las situaciones… Más aún es sabido que la escritura en relación con la memoria hace que la vida personal se transforme, como dijo Ph. Leujeune alguna vez, en un yacimiento de motivos de tipo narcisista.
2- El segundo objetivo tiene que ver con la idea de elaborar, con cierta intención, tal vez premeditada, lo que acabo de mencionar, es decir re-crear (a través de la escritura) aquel periplo vital, concebido desde un principio, como es el caso de nuestro autor, desde la infancia (p.9)[2] , llegando, sin perder el sentido de relatar, hasta lo que se puede denominar: el presente de la escritura (hacia 1997, p.91) (la autobiografía no se escribe después de la muerte), aquel preciso momento en que el autor intenta con avidez perfilar su itinerario. La infancia se convierte de esta manera en un punto de partida, o tal vez en EL PUNTO de partida, el marco inevitable de un proyecto de estas características.
3- Lo que esta “operación” testimonial significa está bastante claro. Para una interpretación, como la mía, que pretende analizar el acto de escribir una autobiografía como una manera que pretende producir una imagen bastante similar (y paralela a la vez), a lo que, en realidad, es la persona misma en su existencia física. Y por último, tal vez llegar también a transformar la “historia del yo”, narrada obviamente a través de la primera persona del singular, en una entidad referencial. En esta perspectiva Driss Chraibi no se mira, fantaseando, en el espejo, y por supuesto, él no se ve a sí mismo en un aura de reflejo, al contrario está en una situación (anticipada) de auto-examen lingüístico, que se lleva a cabo mediante la rememoración del pasado, como habíamos dicho anteriormente. En lugar del reflejo se produce el espejismo, se alienta la escritura en aquella aventura tan expresiva que es la de dar sentido a la vida del autor.
Al aludir al ámbito sociocultural se entiende que la “entidad referencial” es un elemento que sugiere al propio autor, la notoriedad de éste en ese ámbito es el factor más alusivo, por supuesto, que condiciona inevitablemente su realidad y su existencia. Driss Chraibi, para dar a conocer este factor, tiene, en primer lugar, el hecho de ser un escritor muy conocido en el mundo francófono[3] , novelista prolífico con un corpus de casi veinte novelas publicadas en Francia [4], cultiva un registro literario conveniente; en segundo lugar, su obra obtuvo un éxito considerable, hasta convertirse poco a poco en “objeto” de estudios e investigaciones académicas y literarias.
La vida del autor Driss Chraibi como “tema principal” es en definitiva, siguiendo mi interpretación respeto al acto de escribir una autobiografía, el resultado último de la decisión de llevar al cabo el trabajo de seleccionar, una forma de construir y un modo de transformación. Esta combinación merece una breve explicación: el hecho de relatar su infancia es tanto que una conexión entre memoria / recuerdo y el acto anticipado de recordar como un ida y vuelta permanente entre el pasado y el presente del escritor.
III- la vida, un proyecto autobiográfico
La transformación de la historia del yo (vida 1926/1997) en una norma (escritor / Chraibi) a pesar de ser un trabajo de escritura y de reflexión elaborado exige, en principio, un planteamiento aproximado del itinerario recorrido entre el nacimiento y la escritura (entre una supuesta fecha de nacimiento y el presente de la escritura). Los acontecimientos son el contenido de las etapas o de las épocas, las secciones son las matrices de la conciencia que jalonan la vida y los recuerdos son, igualmente, las señas indicadoras que componen nuestro imaginario, sabiendo, mas o menos, que el olvido inconsciente y quizás la selección deseada influyen demasiado en cualquier proceso de recuerdo/rememoración.
Al leer las memorias de Driss Chraibi, en seguida nos damos cuenta de que el retorno categórico al pasado es una decisión inherente al pensamiento que le lleva a expresar la pasión por la / su infancia. Se trata de un pasado de alguna manera “infantilizado”; de tan deseado que lo pretende recrear en su totalidad. La idealización de aquel pasado se materializa básicamente en la exposición de todos los recuerdos que al sumar sus efectos emocionales y afectivos en la construcción del mundo juvenil nos permiten considerar dos aspectos distintos: el estructural, relacionado con la educación que recibió aquel chico de origen fasi en una ciudad atlántica (Aljadida o Mazagan) del suroeste de Marruecos en la época en que el colonialismo francés ejercía una dominación total en la administración del país. Cuenta Chraibi que después de un breve período de aprendizaje del Corán y de la lengua árabe [5] se incorporó en 1939 al sistema educativo francés. Allí empezó, en realidad, su destino, que habría de influir de manera duradera en su formación y puede también que en su vocación.
El segundo aspecto, radica en la concepción de la dicotomía que marcó, con su impronta manifiesta la sociedad marroquí de la época, así como su imaginación y, en consecuencia, su visión ulterior del mundo. Se trata de aquella división entre dos mundos totalmente separados y contradictorios, que coexistían en la misma sociedad, uno marroquí, tradicional en todos sus aspectos y modalidades, y el otro francés, seudo-liberal. Chraibi, como muchos otros marroquíes de la época, vivió los dos. Sería más tarde cuando sintió la contradicción que esa dicotomía suponía a veces en su identidad, exhibiendo cada vez más un amor de tipo “nacionalista” hacia el Marruecos de su “sueños” [6].
Chraibi nació cuando el protectorado francés llevaba ejerciendo su poder efectivo más de 14 años. No menos cierto también es que su traslado a Francia se efectuó cuando tenía casi veinte siete años, y no regresó al Marruecos de sus sueños hasta los años ochenta del siglo pasado cuando ya tenía casi sesenta años. Se puede imaginar fácilmente que se trata de aquella generación que creció con el establecimiento progresivo del protectorado, y se convirtió prácticamente, con el paso del tiempo, en el fruto de su influencia masiva en la sociedad marroquí.
Mi análisis de estos dos aspectos pretenden insistir, de nuevo, sobre el hecho de que la transformación de la vida personal en un proyecto autobiográfico requiere tres elementos: uno es la celebración de la infancia como un elemento determinante en la construcción mental (por medio de la escritura) de la realidad personal en su tiempo pasado; el segundo reside en exponer el conjunto de las influencias que marcaron, en última instancia, el itinerario personal en su elaboración progresiva, el factor tiempo hace que esta elaboración tenga el sentido de construir una mente donde se graban, aunque con el concurso inherente del olvido, todos los recuerdos y los acontecimientos posibles. El tercero, como es previsible, tiene que ver con el acto mismo de escribir su autobiografía. Es un acto autógrafo (o “ordeno-grafo) y convencional a la vez que procede de una decisión reflexionada de escribir y exhibir, de construir y definir la propia imagen del escritor entendida aquí como una imagen de su nombre propio, de la notoriedad. Es por supuesto un ejercicio de representación mental con el fin de inmortalizar el carácter que define y simboliza la persona humana como escritor, es decir su ser y su manera de estar entre los demás seres.
III- La vida, ver y ser visto (nchuf, chufni)
Escribiendo El pasado simple, Driss Chraibi pretendía, no por motivos desconocidos en aquella época desde luego, imponer simbólicamente su rebeldía a un cierto orden tradicional, firmemente establecido en la sociedad marroquí, y que tanto obstaculizaba el proceso de emancipación, como perjudicaba los íntimos deseos de incitar la transformación deseada en los medios de la elite urbana. Es un signo de contestación mediante el cual el escritor quería ser la “conciencia crítica de su tiempo”, como dijo Hervé A. Tchumkan [7] analizando el impacto de aquella novela en el contexto de Marruecos de los años cincuenta del siglo pasado.
Su autobiografía Lu, vu, entendu, se refiere al otro extremo de su existencia, tras más de cuarenta y cinco años. A mi juicio, el estancamiento de aquel orden moral que ha sido revocado por la Historia, fue inicialmente un motivo de incitación a la rebeldía. Un estancamiento que se interpone en un periodo de madurez en relación con dos factores: la edad, y la experiencia, o sea la idea de la muerte / eternidad en relación con el paso del tiempo.
Hay que evocar la idea de una cierta inmovilidad sobre la que se erige su autobiografía. Me refiero, en primer lugar, al concepto lineal que hace que la narración de su vida sea en definitiva una serie de actos y recuerdos sucesivos encadenados entre el punto de partida/la infancia y el punto de llegada/fecha de los últimos recuerdos. Este concepto de la linealidad permite reflexionar sobre la construcción lingüística de la vida personal, que exige una estabilidad (en vez de frivolidad) y un supuesto “final” sinónimo de la madurez (en vez de incitamiento). El hecho de convertir la persona en personalidad se conjuga con la ilusión de transfigurar la pretensión en notabilidad.
Nuestro autor, en este sentido, se complace de verse a sí mismo en un gesto de auto percepción que está típicamente relacionado con la subjetividad del yo, que es un elemento primordial del género autobiográfico. Aquel Driss Chraibi que en El pasado simple de 1954 surgió como un individuo en confrontación con su sociedad (el padre, los valores, los comportamientos, la tradición) se inclina en Lu, vu, entendu en 1997, sobre sí mismo en un movimiento inverso al de El pasado simple, que era, curiosamente, en dirección hacia el futuro.
Considerando este gesto tan simbólico desde el punto de vista de la interpretación literaria se puede concluir que la mismidad es el reflejo de sí mismo en la escritura autobiográfica entendida como una entidad textual.
Abdelkader Chaui
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Notas al pie de página
1Lu, vu, entendu, memoires, Editions Donoel, Paris 1998
2 “se puede renunciar a todo menos a la infancia” p.14
3 Se da cuenta casi sorprendido más tarde, una vez en Marruecos después de tres décadas, de su gran reputación y del calor con que le recibieron los estudiantes universitarios.
4 Le paseé simple (1954), Les Boucs (1955), L’Âne (1956), La Foule (1961). De tous les horizons (1958), Un ami viendra vous voir (1967), La civilización, ¡madre mía!… (Centro Francisco Tomás y Valiente, 2001), Mort au Canada (1975), Une enquête au pays (1981), La mère du printemps (1982), Nacimiento al alba (Anaya & Mario Muchnik, 1994), L’inspecteur Ali, Une place au soleil, L’inspecteur Ali et la CIA, El Hombre del Libro (Del Oriente y del Mediterráneo, 1997), Vu, lu, entendu, (1998), Le monde à côté, L’homme qui venait du passé… cuatro de ellas traducidas al español.
5 por lo cual el Chraibi concluye comentando que han sido los “tres años mas horrorosos de mi vida” p.30
6 Lu, vu, entendu, p14 . pero también en (El pasado simple) donde podemos leer: “aunque más lejos que sea en el mundo no tengo mas que cerrar los ojos para verlo y escucharlo, sentirlo y resentirlo”. Véase la traducción española, Ediciones del Oriente y del Mediterráneo 1994, traducción de Leonor Merino, Inmaculada Jiménez Morell.
7 Driss Chaïbi ou l’éloge de la dissidence: "Le passé simple", "Les boucs", "Succession ouverte", Expressions maghrébines, ISSN 1540-0085, Vol. 3, Nº 2, 2004 , pags. 7-16. Igual lo que menciono Adelaida Porras Medrano hablando del (Passé simple) como una biografía liberadora, una profanación de valores caducos, en la que el hijo de un rico comerciante marroquí, nieto de un santo musulmán y educado en escuelas europeas, vive al mismo tiempo el drama de su emancipación personal y el conflicto de las des civilizaciones que integran su trayectoria vital. Tras una serie de circunstancias cuya funcionalidad es la de ilustrar la revuelta, Driss. el protagonista al que Chraíbi ha dado su propio nombre, elige la marcha hacia Occidente y la modernidad” in: Tradición y modernidad en la narrativa magrebí contemporánea de lengua francesa, el caso de Driss Chraibi.
(Febrero de 2008)