La cuestión es que, haciendo un balance desapasionado, quizá se esperaba demasiado del advenimiento al trono de Mohamed VI. Justificado tras los casi cuarenta años de poder, por momentos represivo, de Hassan II, que en sus últimos años promovió una apertura que parecía tener continuidad con el nuevo monarca.
El modelo español fue inevitablemente recordado en repetidas ocasiones, ya desde los primeros momentos de reinado. Una transición política "a la española", emulando la figura del rey Juan Carlos I de España, como actor clave para facilitar la llegada de un régimen democrático a España.
Pero, a pesar de lo atractivo de la comparación, la situación de los dos países era y es bien diferente. En lo político, en lo económico y en lo social. Mohamed VI ha promovido algunas reformas sociales de amplio calado, aunque de lenta y dificultosa aplicación, como la Mudauana (Código de Familia). En el plano político, lo fundamental del sistema y su reparto desigual de poder ha permanecido inamovible. El rey de Marruecos reina y gobierna.
Marruecos necesita tiempo para digerir las reformas que le encaminen hacia, si no ya una democracia, un régimen político abierto con instituciones creíbles y equilibrio en el reparto de poder. Para ello, hay que insistir en la educación, la lucha contra la pobreza, el desarrollo económico que beneficie al conjunto del país. Ahí sí es esencial, y el tiempo lo juzgará, el papel de la monarquía marroquí.