El profesor Mohamed Khachani, de la Universidad Mohamed V de Rabat, opina distinto y cree que Mohamed VI es "alguien diferente de su padre". Pone como ejemplo los nuevos medios de comunicación, que "lo critican, a veces de una manera muy dura que sobrepasa incluso lo conveniente".
En el reino alauí la prensa independiente aborda hoy aspectos de la vida de palacio que serían impensables en el régimen anterior. Anuzla se atrevió hace cuatro años a destapar en un amplio reportaje detalles de la vida privada de la princesa Lala Salma, la esposa del monarca. Le llamaron la atención, pero siguió trabajando.
Otros colegas suyos acabaron por menos en la cárcel y algunos medios permanecen entre la espada y la pared con multas imposibles de pagar que las autoridades pueden reclamar en el momento que más les interese. La culpable de todo es normalmente la arbitrariedad con la que se interpretan las denominadas líneas rojas (Islam, Monarquía e integridad territorial) que algunos osan cruzar.
Tímidos avances
Pero el de la Prensa no es el único termómetro con el que se debe tomar la temperatura al Marruecos de 2009. Se aprecian ciertos avances como el desarrollo de las infraestructuras, un nuevo código de familia -tan avanzado que no se ha puesto en práctica-, la intención de pasar página con los abusos de "los años de plomo" de la era hasaniana y cierto aperturismo económico.
Todo eso no es sin embargo suficiente para los que reclaman emprender de verdad la senda de la democracia y modernizar una constitución que otorga plenos poderes al soberano y que impide la separación del legislativo, el ejecutivo y el judicial.
Son pocos los que se atreven a criticar que el monarca siga siendo además el primer empresario del país, la máxima autoridad religiosa y el artífice de un gobierno paralelo en forma de fundaciones, organizaciones y consejos al frente de los que coloca a personas de su confianza que terminan dejando sin sentido a las verdaderas instituciones.
Aclamado por el pueblo
Mohamed VI emplea largos periodos para viajar hasta los últimos rincones del reino, donde inaugura proyectos y es aclamado por el pueblo. Pero la realidad es que Marruecos sigue situándose en los últimos puestos del desarrollo (el 126 según los índices del PNUD) y la corrupción no da marcha atrás. Esto ha ido mermando las esperanzas que en 1999 habían depositado los súbditos en su soberano.
"Ha sido una década de impunidad en lo político, lo económico, lo social y lo cultural", afirma Jadiya Ryadi, presidenta de la Asociación Marroquí de Derechos Humanos (AMDH).
"Lo importante en el balance de esta década es que hay avances, con problemas pero avances", señala Mohamed Khachani, que da gracias de no haber nacido en repúblicas vecinas como Argelia, Libia o Túnez.
Esta es la opinión también de muchos marroquíes que defienden el papel jugado por el joven rey, de 45 años, y para los que la botella aparece medio llena. Son, en muchos casos, ese veinte por ciento de la población que controla el 85 por ciento de la riqueza y que prefiere esta especie de "monarquía republicana", como la califica el profesor Khachani.
Articulo realizado por Luis De Vega, corresponsal de ABC
(25/07/09)