(17/08/10).- Chamusquina, mucha chamusquina. A esto huele la provocada crisis diplomática en la frontera de Melilla. El boycott de unas organizaciones civiles (¿?) del norte de Marruecos ha seguido a las notas diplomáticas en cascada del gobierno marroquí quejándose por un supuesto maltrato a marroquíes y otros africanos en el paso fronterizo de Melilla, con acusaciones de "racismo" a la policía española e invocaciones a los "derechos humanos".
Cualquiera que pase por las fronteras de Ceuta y Melilla no puede sino certificar su anormalidad, el paso en vivo y en directo del primer al tercer mundo, un tráfico de mercancía humana que porta mercancía de contrabando con la tolerancia de las autoridades españolas y marroquíes. Esto es un fenómeno repetido desde hace años. ¿Por qué existe? la razón probable, por no asfixiar económicamente los hinterland fronterizos y aliviar la tensión social de las zonas marroquíes próximas a Ceuta y Melilla. Veremos en 2012, con la entrada de la zona de librecambio entre Marruecos y la UE, si esta situación puede continuar. A diario son numerosas las tensiones que se derivan de un trasiego humano imparable.
Los incidentes denunciados por Marruecos pueden enmarcarse entre cualquiera de los muchos que ocurren a diario. Si ha ocurrido algo anormal, se debe investigar y si alguien ha faltado a su deber, buscar responsabilidades. Pero el fondo que rodea a todas estas denuncias es incierto, y el gobierno marroquí parece haberse sacado de la nada una crisis que ya se venía larvando hace tiempo, con los problemas en la designación del nuevo embajador marroquí en Madrid, un ex saharaui que no ha sido bienvenido en Madrid, y las dudas de Zapatero, que no ha hecho otra cosa sino poner facilidades para el buen entendimiento entre España y Marruecos, y que quizá ahora se debería replantear dicha posición y dichas buenas maneras.
Lo demás no significa nada. Ni las declaraciones de los supuestos representantes de las supuestas asociaciones civiles, ni el boycott, ni mucho menos las cínicas denuncias por atentados a los derechos humanos. ¿Cuántas veces ha maltratado la gendarmería marroquí a los africanos que se apiñan en el norte de Marruecos? El silencio de la prensa marroquí en este punto es cómplice, y contribuye en muy poco a dilucidar la confusión creada.
Las relaciones entre España y Marruecos son esenciales para los dos países. Pero deben estar construidas sobre el respeto mutuo. No es el caso ahora con esta mini-crisis inventada, inflada y explotada por muy oscuros intereses, y que deja perplejos a todos los que trabajamos por que las relaciones hispano-marroquíes sean sólidas y no estén sometidas a una eterna incertidumbre, por encima y más allá de todo contencioso.