Abraham Serfati nació en Casablanca, el 12 de enero de 1922 y murió en Marrakech el 18 de noviembre de 2010. Desciendía de una familia burguesa judía de Tánger. Ocupó el puesto de Director de la Dirección de Minas y Geología desde enero de 1959 hasta junio de 1960. Se le encargó una misión por el Gobierno de Abderrahim Bouabid durante el periodo comprendido entre junio de 1957 y mayo de 1960. Le detuvieron por primera vez en enero de 1972, y en el 10 de junio de 1974 le encarcelaron por la segunda vez, en el marco de las detenciones de las que fueron objeto los militantes de las organizaciones: “El 23 de marzo” y “Adelante”. Detrás de los barrotes de la cárcel escribió su libro: Marruecos, del negro al gris, alrededor del cual gira en torno esta entrevista de carácter póstumo, realizada por Mohamed Lakchkar.
Abraham Serfati es un escritor de una índole particular. Para él la escritura no es una afición, sino una necesidad. Aunque niega atribuirse el título de escritor, es el preso que más obras produjo con respecto a sus camaradas. En esta entrevista abordaremos temas que por lo visto han sido superados, tal como el acceso al Gobierno de Abderrahman El Yusfi y el horario de verano, además de preguntas sobre la escritura de cárceles.
Pregunta: Hermano Serfati, permítame que volvamos a los años de prisión para preguntarle cómo se presenta hoy día para usted aquel periodo, y cómo ve lo que le acaeció a usted.
Respuesta: Resulta muy difícil hablar actualmente de lo que nos sobrevino. Fueron años muy duros, sobre todo los primeros años. Sin embargo, al reunirme con los camaradas en la cárcel de Kenitra en 1980, conseguimos romper el cerco del aislamiento, porque empezamos a gozar de condiciones mucho más mejor que los cinco o seis años de detención en Darb Moulay Chrif primero, y luego el calabozo en Casablanca. Fueron años insoportables; sabíamos que nos esperaba un interminable camino de lucha por recorrer.
P: ¿Cómo ve usted aquello ahora?
R: Ahora que palpamos los logros, que se manifiestan en el comienzo de la democracia en Marruecos, otrora inexistente, podemos afirmar que nuestra lucha no fue en vano, y que hemos contribuido a realizar los resultados actuales.
P: Hermano Serfati, esta experiencia carcelaria ha dejado sus huellas en su cuerpo de usted, como lo puede ver cualquiera. Pero, ¿qué huellas ha dejado esa experiencia en su visión del mundo y en su escritura?
R: No sé cómo la experiencia carcelaria ha dejado sus huellas en mi escritura, y si las hay, yo las desconozco, porque no me he formado para hacerme escritor, tampoco ejerzo de esta profesión; yo soy ingeniero, y no coinciden el ser escritor y ser ingeniero a la vez, como sabe usted. La militancia política me llevó a redactar algunos artículos y estudios políticos. Nunca probé mi suerte en la escritura literaria, en el sentido estrecho de la palabra.
P: ¿Y en cuanto a las huellas de esta experiencia sobre su visión del mundo?
R: Desde luego, esta experiencia ha dejado sus huellas en mi visión del mundo. Entre estas huellas figura el hecho de sentir profundamente las secuelas de la detención, el mundo de la cárcel y el despojarnos de la libertad, en general. Creo que en aquellos años empezábamos a ser conscientes de la concepción de la libertad y los derechos humanos; y éramos conscientes, a la vez, de la necesidad de la democratización del país, porque luchábamos antes por la democracia, por supuesto. Los años que pasamos en la cárcel nos han enseñando que tenemos que ser muy exigentes para con la concepción de la libertad y de la democracia.
P: A usted le tiñen de optimista. Es una impresión que tengo yo mismo, porque ya se me presenta.
R: He de aclarar este punto. La gente cree que soy optimista. La verdad es que lo soy. Ahora bien, he de explicar cómo tiene que ser este optimismo. Yo veo que la vida en general, y la lucha por el progreso de la humanidad en particular, se basan en el optimismo. No soy político, y lo que me interesa es la militancia que requiere un compromiso político. No siempre desemboca la militancia, forzosamente, en un final positivo. El ser optimista quiere decir que tienes que luchar para que sea positivo el final, sin decirse uno con anticipación, que conseguirá la victoria. Uno debe luchar en todas las situaciones a las que se enfrente para tener una solución y un final positivos. Esta es mi concepción del optimismo.
P: Pero, ¿no cree usted que después del optimismo se imponga el olvido, o algo semejante a la intención de olvidar?
R: Lo que hace falta, en realidad, es sobreponernos a los suplicios que hemos vivido. Es una cosa normal. Resulta imposible seguir viviendo con la memoria de la tortura, por una parte, y por otra parte, el optimismo nunca puede ser sinónimo de dejar a los responsables sin castigo. Yo creo personalmente, a propósito de la cuestión planteada hoy día en Marruecos sobre la verdad y la equidad, que se debe decir la verdad, toda la verdad. Creo que lo que se ha revelado últimamente acerca de la causa de El Mehdi Ben Barka revisten una importancia tal, porque forma parte de los esfuerzos hechos para realzar la verdad.
P: Algunas personas vinculan la justicia con llevar los responsables de los años de plomo ante los tribunales, ¿en qué consiste su concepción, digamos “optimista”, de esta justicia?
R: La justicia, en mi entender, no es sinónimo de la venganza. Veo personalmente que se bebe enjuiciar a los responsables de los denominados “años de plomo”, a los verdugos y jefes policiales, y no forzosamente ante un Juzgado, sino que al igual que ocurrió en Sudáfrica, donde se encargó del enjuiciamiento un comité de verdad y equidad para que reconozcan (los responsables) sus crímenes y contribuyan a realzar la verdad. Hay que castigarlos, privándolos del derecho civil, sin echarles a la cárcel. En contrapartida, es preciso que se despojen del derecho del que goza Muhamed Arshan, consistente en participar en la vida política del país.
P: ¿Qué sugiere usted como castigo a los pequeños, a los verdugos, por ejemplo?
R: Tienen que presentar su testimonio, si es necesario, sin que se hagan públicos sus nombres; cosa que no se debe hacer con los responsables, cuyos nombres tienen que ser conocidos.
P: En su parecer, ¿cuáles son las posibilidades para enjuiciar a los responsables hoy día, hasta con este tipo de enjuiciamiento que sugiere?
R: Es menester que esto se haga posible. Es indispensable que consigamos realizarlo. Lo que últimamente se ha descubierto acerca del caso Ben Barka, hace cada vez más que no se deba superar la verdad, tampoco soportemos que personas como éstas sigan envenenado el país, y se oculte toda la verdad sobre este sombrío periodo que vivió nuestro país. Lo cual no es fácil de conseguir, sin embargo, hay que seguir luchando hasta el final. Si debemos dar la prioridad a la lucha por la democracia, la realización del bienestar social y el desarrollo económico del país; no tenemos que marginar la lucha por hacer pública la verdad. Es necesario que hagamos pública la verdad de aquellos años, y que impongamos un límite mínimo de la justicia.
P: ¿No cree usted que esto dependa de la sociedad civil; porque el Gobierno actual no contempla esta opción?
R: Es una lástima que el Gobierno no contemple ninguna opción, porque es incompetente, y se ve incapaz de hacer algo. Basta con ver la farsa del horario continuo que el Gobierno ha dictado. Es inconcebible verlo incapaz de gestionar este horario durante el verano. A mí no me gusta, porque los funcionarios trabajan menos que antes. No sé por qué no se ha aplicado en el sector de la enseñanza, porque a los niños al menos les conviene. Lo que de verdad nos hace falta, sin lugar a dudas, es un horario que sea compatible con el mundo moderno. No tienen que hacernos objeto de su demagogia electoral en este marco. Es una pena que el Gobierno esté indeciso para con nada, porque las elecciones se acercan. Es un escándalo.
P: ¿No cree usted que lo que dice contradiga con sus declaraciones después de la proclamación del primer ministro Abderrahman El Yusfi?
R: Es totalmente correcto. Es verdad que consolidé a Abderrahman El Yusfi como presidente del Gobierno en 1998. Ya sé que se hacia la ilusión de presenciar la transición de la monarquía, y no podemos decir que se equivocó. Esperábamos que realizase los programas que presentó tras su proclamación, pero nada de esto ha visto la luz.
P: Hermano Serfati, en su opinión ¿cómo puede la experiencia de la cárcel sentar las bases de una visión del mundo irreprimible?
R: La formulación de su pregunta es muy acertada. No tiene que hacernos llorar lo que escribimos, tampoco lo que han escrito los primeros presos, que nos duelen a nosotros y al lector por las huellas negativas de aquellos años, y eso porque hemos sobrevivido. Y qué diría usted de los mártires que cayeron en el escenario de la batalla, como Saida El Mnabhi y Abdellatif Zeroual. Nosotros hemos sobrevivido y no tenemos que quejarnos de habernos salido vivos de esta desgracia. Cuando nos comprometimos, sabíamos que pondríamos en peligro nuestras vidas, por ende, no hemos de quejarnos de la suerte que hemos corrido a nivel corporal, a pesar de las huellas y secuelas morales que hemos sufrido.
P: ¿Qué importancia tiene lo que se ha realizado con respecto a lo soñado, y en pos del cual se ha sacrificado tanto?
R: De hecho, lo realizado no corresponde a lo soñado. No obstante, Marruecos ha dado algunos pasos de progreso, ha salido de los años de plomo, y ha emprendido varias obras de democratización, lo cual quiere decir que nuestra lucha no ha sido en balde. No nos incumbe concebir negativamente aquella lucha. Hemos cumplido con nuestro deber, esto es todo. Desde luego, no queremos que se repitan aquellos duros años. De este modo, nos hace falta la verdad, sobre la cual construiremos el edificio de la democracia.
P: ¿Qué opina usted de la animación que conoce la escritura que aborda la experiencia de la cárcel en Marruecos?
R: Asistimos actualmente, como dice usted, a un florecimiento de la escritura que aborda aquella época. Creo que es algo positivo. Basta, en este sentido, con llamar la atención sobre el éxito que ha conocido el libro de El Merzuqui sobre la cárcel de Tazmamart; es un libro importante, porque la sociedad marroquí, gracias al cual, se ha dado cuenta de lo horrible de aquella época. Es un libro importante, porque contribuye a poner de realce la verdad sobre aquel periodo, precisamente sus horrores, me refiero a Tazmamart. Por consiguiente, su efecto y la interacción para con el mismo por la sociedad marroquí son muy positivos.
P: ¿No le corresponde a la escritura sobre la cárcel hacer que el ciudadano marroquí sea transigente, infundiéndole gran capacidad para reconciliarse consigo mismo?
R: Debemos conseguir que la verdad flote, y garantizar que no se repitan aquellos horrores. La sociedad es consciente de sobra de los suplicios que vivieron los marroquíes, lo cual, a mi entender, les permite volverse agentes en la construcción de un mundo más justo. El contemplar los resultados de la investigación sobre el caso Ben Barka, nos lleva irremediablemente a sentir los horrores del final al que llegó este militante. Ya es una necesidad imperiosa dar a conocer la verdad, toda la verdad, incluso los impedimentos con los que tropieza, sobre aquellos sombríos años.
P: A su entender, ¿estas escrituras tendrán por cometido poner al descubierto esta amarga verdad para que la sociedad marroquí sepa algo de su historia, o se dirigen (las escrituras) al régimen, a su autoridad culminante por la responsabilidad histórica que dejan los antecesores a los sucesores?
R: Usted sabe que este asunto va más allá. Estoy totalmente de acuerdo con Bobker El Yam’i, al dirigirse al monarca Mohamed VI, preguntándole en una carta cómo acepta, en la situación que vive Marruecos, volverse presidente de nuestro Estado, y asumir la responsabilidad de lo que ocurrió en las últimas décadas. Si El no tiene ninguna culpa de lo que acaeció, el régimen asume toda la responsabilidad.
P: Usted ha escrito algunos libros sobre la experiencia de la cárcel, entre los que podemos mencionar: “En las cárceles del rey” “Escrituras sobre Marruecos desde Kenitra” “Escritos desde la cárcel sobre Palestina” “Marruecos, del negro al gris” etc. Al contemplar estos títulos, se nota que usted habla de extramuros de la cárcel más que de intramuros de la misma, como si usted estimase insuficiente la experiencia carcelaria para constituir, por sí sola, un tema aparte.
R: La cárcel, desde luego, puede constituir un tema de escritura. Prueba de esto los libros que algunos camaradas han escrito sobre el tema. Lo que escribo yo, tanto desde dentro, como desde fuera de la cárcel no gira en torno a la cárcel en sí misma, porque he hecho lo imposible para que no sea así; y ha sido muy difícil durante los primeros años de la detención seguir con mi deber de militante, escribiendo sobre lo que pasa en Marruecos y sobre la causa palestina, que ha sido primordial para nosotros, de tal manera que hemos querido contribuir a la lucha colectiva por la causa palestina desde Marruecos. Es en esta línea en que se inscriben mis escrituras desde dentro de la cárcel, es para cumplir con nuestro deber de luchar, que corre a nuestra carga.
P: ¿No piensa usted escribir un libro sobre su propia experiencia?
R: No sé. Hay muchas personas más talentosas que yo para escribir sobre la experiencia carcelaria. No quiere decir esto que no he abordado el tema en algunos de mis escritos, a título de ejemplo, el libro que hemos escrito, mi esposa y yo, al que hemos puesto como título “La memoria del otro”, en el que hemos dedicado uno o dos capítulos a la experiencia carcelaria. Ahora bien, no ha sido el centro de mi interés.
P: En sus escrituras, usted habla de los demás más que de usted mismo, excepto el texto denominado “Enfrentándose a los verdugos”. A la luz de lo que han escrito algunos camaradas suyos, se desprende que hay muchas cosas que se dicen sobre su experiencia carcelaria, de suerte que el lector parta del axioma de que la organización es unificada, y sin discordia alguna. ¿No teme usted que esto le reste importancia a sus palabras por el régimen y sus verdugos?
R: No hay que confundir las cosas. Los primeros militantes que fueron conducidos a la cárcel de Kenitra, por el enjuiciamiento de Casablanca, tuvimos muchas discordias entre nosotros, ni que decir las tensiones y los debates encarnizados que tuvimos. No obstante, mis camaradas festejaron mi vuelta aquí, en Mohamadia; aquella tarde sentimos que fuéramos hermanos más que amigos. Nuestros lazos se hicieron más irrompibles gracias a la cárcel, si no, nuestra relación sería fútil, y sin importancia alguna. Hemos logrado enterrar todas las divergencias. Además de entrar en la cárcel de Kenitra, éramos amigos y vecinos del mismo barrio(A) en los años setenta y ochenta, donde la resistencia había sido atroz para con la injusticia. Se salvó nuestra relación, a despecho de todas las discordias.
P: ¿No cree usted que aquellas discordias deban correr pareja con la historia de las organizaciones secretas en Marruecos?
R: Desde luego, con tal de no emplearlas como asuntos personales. En cuanto a mí, he hablado sobre esto, prefiriendo no poner los nombres al descubierto, por la simple razón de no poseer nadie la verdad absoluta, sobre todo, en la cárcel. Teníamos que respetarnos mutuamente, y mantener las relaciones de amistad y afabilidad que nos unían. Es lo más importante de todo, sin insistir en ajustar las cuentas.
P: En este marco, permítame usted que suscitemos la causa “Hamid”, de quien usted habló en la introducción al libro de Yawad Mdidch, La cámara negra, Derb Mulay Chrif, en la que pintó de precipitada la lectura que El había hecho de lo que constó por usted en el acta de la policía; ¿no cree usted que esto se enmarque dentro de los ajustes de cuentas?
R: Creo que dije en aquella introducción lo que tenía que decir. No me acuerdo de las palabras que escribí, tampoco sé si revestían alguna importancia o no. Esta persona, cuyo nombre entero desconozco, me acusó de haberlo delatado. Todo el mundo sabe, incluso los verdugos, que nunca mencioné ni nombres ni lugares, a lo largo de los meses de tortura.
P: ¿Qué dice usted, según Hamid éste, del plano de la organización que usted dibujó y entregó a la policía?
R: Son tonterías, y no quiero hablar de esto más.
P: Volvamos, si permite usted, a su libro, Marruecos, del negro al gris. En función de su tendencia optimista, ¿no ve usted que habla del gris más que del negro?
R: Hablé del “gris”, porque cuando escribí ese texto, vivíamos lo “gris”. Es decir que asistíamos a los años de la transición, entre 1984 y 1994, y la proclamación del rey Mohamed VI. En este periodo el régimen ha presentado algunas renuncias, no todas las deseables, pero podemos llamarlas renuncias en aras de la libertad y la democracia. Es por esta razón que ese periodo ha empezado a teñirse del “gris”, por haber dejado de tener el color que tenía antes, el “negro”; y no se ha vuelto “blanco” todavía, es decir, la democracia, que estamos por instaurar. Así pues, el periodo en el que escribí mi libro, en 1998, con algunos textos que datan de épocas pretéritas, era “gris”.
P: Por lo visto, usted no tiende en sus escrituras sobre la experiencia carcelaria a examinar y analizar las circunstancias en las que fue arrestado; me refiero con esto a las circunstancias sociales. Es como si usted prefiriese creer en un futuro mejor a describir la realidad y aplicarla una autopsia.
R: Lo que escribía en aquella época, que fue reunido en este libro, respondía a la transición que vivía Marruecos, en la que el país empezaba a deshacerse de la época de injusticia, dando los primeros pasos hacia la democracia. Esta es la época que tildé de “gris”. Son escrituras que no sólo analizan, sino que ponen de realce cómo podemos ir a por la democracia.
P: Después de tres años de la publicación del libro, ¿no ve usted que es preferible invertir el orden de los componentes del título, es decir, Marruecos, del gris al negro?
R: No, no. La negrura, de todos modos, ya no tiene lugar. No digo esto solo para contestar su pregunta, sino para contestar a las personas que puedan formulársela. Se acabaron aquellos años que hoy día se les denomina “años de plomo”, personalmente no prefiero esta denominación, porque el color del plomo es gris y no es negro; yo soy especialista en minerales, como usted sabe. Aquellos años fueron muy negros. Apenas tenemos presos políticos desde los años noventa, tampoco hay tortura. Sin embargo, a los presos de derecho público se les tortura todavía, porque los policías no han aprendido cómo efectuar verdaderas pesquisas e investigaciones aún. A pesar de todo, la situación actual no tiene nada que ver con la época de abuso y terror que vivimos.
P: Pero sabemos donde está “la piscina de Al Asid” en Dar Al Maqarri,
R: Si existe todavía, hay que ponerla en uno de los museos. Lo esencial es que ya no funciona.
Entrevista realizada por Abderrahim Hozal
Traducción de Khalid Lehrach