¿Qué ha querido aportar en estos Diálogos con África?
Una apertura total, un diálogo sin prejuicios para que haya un verdadero conocimiento de la realidad actual y de la historia de Marruecos. El diálogo tiene que estar construido sobre una ética compartida. Hay que aceptar la igualdad, el diálogo tiene que ser entre dos iguales, las ideas están por encima de conceptos como el subdesarrollo.
El encuentro se desarrolla en Canarias, tierra cercana a Marruecos, su país. Sin embargo es evidente el desconocimiento mutuo de ambas culturas.
Es una desgracia, un escándalo. Países cercanos con una historia común persisten en ese desconocimiento mutuo, sobre todo cuando avanzamos tanto en materia de comunicación. No se puede dialogar con el otro si no hay un deseo. Se palpa miedo, desconfianza. Siempre se piensa en la caridad, en las condiciones de supervivencia de esta comunidad, y no nos damos cuenta de que esa humanidad también reflexiona, lucha, piensa.
¿Porqué son mayores los prejuicios que la voluntad de acercamiento?
Somos prisioneros de la historia, no hemos logrado que la historia sea la llave para superar los prejuicios. Es necesario una relectura de la historia, en todos los sentidos. Pero, ¿estamos de acuerdo en hacer eso?
Usted huyó de Marruecos en dos ocasiones, fue encarcelado y se exilió a Francia. ¿Cree que ahora Marruecos propicia ese diálogo?
Sí, hay un avance en las libertades por parte del Gobierno marroquí, están relativamente preparados y dispuestos. Pero no hay un deseo tan fuerte por parte del otro lado. Si no hay apertura por parte de Europa, nos morimos, es una necesidad vital. Hay que operar en Europa una auténtica revolución copernicana en el sentido de abrirse.
¿Qué entiende usted por integración?
La integración es reconocer la dignidad del otro. Para ser un ciudadano europeo tienen que olvidar sus costumbres, su cultura, su religión. Para los europeos, la lógica no es la de la integración, sino la de la asimilación. Pero sin embargo, todos sabemos que cuando logramos integrar, nos sentimos mejor, hay una riqueza. Creo que es un proceso que llevará muchos años, pero hoy es una urgencia.
¿Tiene alguna similitud la transición que usted relata en Marruecos con la que vivió España hace 30 años?
Hay una separación mecánica entre las dos transiciones, porque España llegaba, incluso desde el franquismo, con cierto desarrollo económico, era una sociedad moderna que compartía su crecimiento con el resto de los países europeos. Hay ciertas similitudes, la situación se está democratizando, pero no nos olvidemos del integrismo y también de la situación socioeconómica, hay muchas personas que siguen viviendo por debajo del umbral de la pobreza. Es al mismo tiempo una situación prometedora, pero frágil. Por eso necesitamos que Europa nos escuche. Si no hace un esfuerzo, además de económico, social, para ayudar a ese proyecto democrático, permitirá que todo ese volcán explote, precisamente por su fragilidad.
Canarias siempre se ha distinguido por su simpatía hacia el Frente Polisario y cierto rechazo a la postura de Marruecos, ¿dónde se sitúa usted?
No milito en ningún partido político y trato de permanecer libre. No me determina ni me marca la posición oficial marroquí para construir un pensamiento. Hice en su día una propuesta a través de un artículo publicado en El País que Marruecos hizo suya posteriormente, me robaron la idea (ríe). Es una etapa para la reflexión común. El proceso del Sahara está siendo observado con detenimiento por todo el mundo árabe. Hay que buscar una salida del atolladero que sea honrosa, justa y provechosa para el progreso del proyecto democrático de Marruecos. pero que también tenga en cuenta la dignidad de las poblaciones saharauis, sus necesidades económicas y sociales y su especificidad cultural.
(Canarias7. www.canarias7.com, 16/01/06)